
El domingo pasado, Jesús prometió a la samaritana el don del «agua viva». Este domingo Jesús cura al ciego de nacimiento, revelándose como «luz del mundo». El domingo próximo, resucitando a su amigo Lázaro, se presentará como «la resurrección y la vida». Agua, luz y vida, son los símbolos del bautismo, que nos libra de la esclavitud del pecado y nos da la vida eterna. Todo nos recuerda que el tiempo de cuaresma era para los primeros cristianos el tiempo de preparación al bautismo en la gran vigilia pascual de la noche santa.
Hoy es también el domingo «laetare», que nos invita a alegrarnos, a regocijarnos, como proclama la antífona de entrada de la celebración eucarística. Para nosotros, la razón de esa alegría es Jesus que cura al ciego y que pasa de la luz de los ojos a la luz de la fe. «¿Crees en el hijo del hombre?…creo Señor»(Jn 9,35-38). La fe que ilumina nuestra vida es motivo de alegría y de gozo.
En contraposición de esta alegría están los fariseos que no quieren aceptar el milagro y se niegan a aceptar a Jesús como Mesías.
Por otra parte están los discípulos, que según la mentalidad de aquel tiempo consideran que la ceguera es fruto del pecado, suyo o de sus padres. Jesus, por el contrario, rechaza este prejuicio y afirma: «Ni este pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios». Jesus manifiesta la voluntad de Dios que quiere que el hombre tenga vida y vida en abundancia.
Y nosotros ¿qué actitud adoptamos frente a Jesús? También nacimos ciegos por el pecado de Adán, pero en la fuente bautismal fuimos iluminados por la gracia de Cristo. El pecado nos había destinado a la muerte, pero en Cristo muerto y resucitado resplandece la novedad de la vida y la meta a la que estamos llamados. En su nombre podemos vencer el mal con el bien.
Jesus con un poco de tierra y de saliva hizo barro y lo unta en los ojos del ciego, un gesto que alude a la creación del hombre, cuando Dios lo saca de la tierra modelada y animada por el soplo divino. Luego Jesus es el que con la curación realiza una nueva creación y este será el sentido de todas sus curaciones y milagros.
Finalmente, tanto Jesus como el ciego son expulsados de la sinagoga pero al ciego curado Jesus le revela que ha venido al mundo para distinguir a los ciegos curables de los que no quieren curarse, porque cegados por el egoísmo y el orgullo, prefieren las obras de las tinieblas a las de la luz.
Que también nosotros, nos dejemos curar por Jesús en esta cuaresma y que, confesando nuestra miopía, nuestra ceguera, nuestro orgullo, nos preparemos a renovar la gracia del bautismo en la gran vigilia pascual.