Jueves Santo

Sorrento, Italy – November 8, 2013: Stained glass window depicting Jesus and the twelve apostles on maundy thursday at the Last Supper in the cathedral

En el jueves santo, celebramos el día del amor fraterno y el día en que Jesús instituye la Eucaristía. Hemos leído el texto del lavatorio de los pies de Jn 13,1-15, que comienza con un lenguaje solemne: «Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». Estamos ante la hora de Jesus. Con la expresión: «hasta el extremo» San Juan nos remite a las ultimas palabras de Jesus en la cruz: «todo está cumplido», indicándonos que se ha realizado la transformación del hombre, de ser incapaz de Dios, ha pasado a ser «capax Dei», capaz de Dios. La redención se ha realizado, de forma que ahora podemos afirmar no que nosotros amamos a Dios, sino que él nos ha amado a nosotros y que, con la fuerza de ese amor manifestado en Cristo, podemos amar como él nos ha amado.

Su amor nos habilita y nos hace capaces de amar y de perdonar, y ese es el significado de lavar los pies. En ello consiste el mandamiento nuevo, que es primero don y luego llevar a cabo el don.

Dia tras día nos cubrimos de muchas clases de suciedad, de palabras vacías, de prejuicios, de comprensiones falsas que contamina nuestro corazón y lo incapacitan para el bien.

Las palabras de Jesus, nos invitan a lavarnos continuamente y así ser capaces de entrar en la comunión con Dios y con los hermanos. Pero ese amor que se nos da y que está en la base de todo, quiere ser en nosotros vida nueva y así comprendemos las palabras que dice Jesús a sus discípulos y a todos nosotros al final del relato: «os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros a otros como yo os he amado». Esto es: amar en comunión con su amor. Este mandamiento no es una nueva norma complicada, sino la novedad del don que nos hace capaces de amar a su manera, es decir, totalmente y hasta el final; no de forma parcial.

Y puesto que Dios es siempre el que nos ofrece sus dones, la Eucaristía, memorial del amor total de Cristo, será la acción de gracias por esos dones, concretamente por la nueva vida que él nos da por su mediación.

Pero el lavatorio de los pies es también ejemplo, don al servicio del hermano. «Si yo os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros».

Debemos lavarnos los pies unos a otros en el mutuo servicio diario del amor. Debemos lavarnos los pies también y fundamentalmente en el sentido de que nos perdonamos continuamente unos a otros.

El jueves santo nos exhorta a no dejar que, en lo más profundo, el rencor hacia el otro se transforme en un veneno para el alma y así purificando la memoria, nos perdonemos de corazón, lavándonos los pies unos a otros y poder participar en la Eucaristía, banquete y memoria de su amor de entrega y perdón.   

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