Domingo de Resurrección

Ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua, así nos lo recuerda San Pablo.

La Pascua judía, Memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto, prescribía el rito de la inmolación del cordero, un cordero por familia, según la ley mosaica. En su pasión y muerte, Jesús se revela como el cordero de Dios «inmolado» en la Cruz para quitar los pecados del mundo; fue muerto justamente en la hora en que se acostumbraba a inmolar los corderos en el templo de Jerusalén. El sentido de este sacrificio suyo, lo había anticipado él mismo durante la última cena poniéndose él en el lugar del cordero Pascual de forma que ha dado un sentido nuevo a la Pascua. Si entonces dio comienzo el éxodo la salida de Egipto, ahora ha dado lugar un nuevo éxodo que es el paso de Jesús de la muerte a la vida eterna. Y si él se ha sacrificado por nosotros, también nosotros nos hemos de entregar libremente por los demás una vez liberados ya del pecado y de la muerte. Eso es celebrar la pascua. Celebremos pues la Pascua, libres ya de pecado y de muerte porque Cristo ha resucitado y la muerte en él ya no manda. Ya no tiene fuerza, está, pero ha perdido su aguijón.

Este es el grito que hoy proclamamos, el núcleo fundamental de nuestra profesión de fe. El grito de victoria que nos une a todos. Y si Cristo ha resucitado y está vivo ya nada podrá separarnos de él, nada podrá separarnos de su amor, ha sido vencido el odio y ha sido derrotada la muerte. Este es el anuncio de la Pascua que se propaga mediante el canto del Aleluya. Vivamos ya la Pascua es decir un estilo de vida sencillo, humilde y lleno de esperanza.

Durante la Pascua cantamos también el Regina Coeli. María guardó en su corazón la buena nueva de la resurrección fuente y secreto de la verdadera alegría y paz que Cristo muerto y resucitado nos ha obtenido en el sacrificio de la Cruz. Pidamos a María que, así como nos ha acompañado durante los días de la pasión, siga guiando nuestros pasos en este tiempo de alegría Pascual y espiritual, para que crezcamos cada vez más en el conocimiento y en el amor del Señor y nos convirtamos en testigos y apóstoles de su paz.

Desde que Cristo ha resucitado el amor es más fuerte que el odio y la fuerza de gravedad de la vida es más fuerte que la de la muerte. La mano del Señor nos sujeta, y así podemos cantar ya ahora el canto de los salvados el canto de los resucitados, el aleluya

Que vivamos la alegría pascual y podamos comunicarla a los demás.

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