
Ya nos cercanos al Adviento y al final del año litúrgico, la palabra de Dios nos invita a considerar el final del tiempo ¿Cómo será ese final?
La primera lectura es de Malaquías 3,19-20a, nos dice que los orgullosos y malhechores serán como paja, pero a los que temen el nombre del Señor les iluminará un sol de justicia. Se trata de una invitación a no desaprovechar el tiempo y a vivirlo como una oportunidad que se nos da para conocer a Dios y su plan amoroso para todos y cada uno de nosotras y nosotros. Esto es, caminar en su presencia junto a los demás, manteniendo viva nuestra oración y alabanza.
El trabajo como nos recuerda San Pablo en la segunda lectura, de 2 Tes 3,7 es un instrumento fundamental mientras vivimos en el tiempo, que lejos de ser algo fatídico es la manera que tenemos de ganar el pan, esto es de colaborar en la construcción de un mundo en donde todos podamos vivir gracias al propio esfuerzo y compartir con los demás. El desequilibrio entre la riqueza y la pobreza en nuestro mundo, el escándalo del hambre, la emergencia ecológica, el paro…están mostrando una crisis profunda en el modelo de desarrollo ecónimo que tenemos y nos está pidiendo una revisión de nuestra manera de vivir y de consumir, dañina no solo para nosotros, sino también para el ecosistema, lo que perjudica especialmente a los mas pobres, de ahí la necesidad de educarnos en un consumo responsable y de favorecer el trabajo de los que cultivan la tierra así como los valores que hacen posible una comunicación sana como: la acogida, la solidaridad y compartir la fatiga del trabajo.
El Evangelio de Lc 21,5-19, nos invita a no tener miedo y a vivir esperando la venida del Señor, es decir a no dejarnos llevar por el catastrofismo ni por los falsos mesianismos que intentan alarmar creando discordia y división. Cristo mas bien nos invita a afrontar los acontecimientos diarios confiando en su amor providente sin temer al futuro, aunque pueda parecernos oscuro, porque Dios por medio de Jesucristo, ha asumido la historia para abrirla a su meta trascendente, él es el alfa y la omega, el principio y el fin y nos enseña a ver en cada gesto de amor o de solidaridad algo que da sentido al universo y que perder la vida por él es encontrarla en plenitud.
Mientras la historia sigue su curso, con sus dramas y calamidades, lo que a muchos invita a no creer, el cristiano ve en todo ello el lugar en el que se desarrolla el designio salvador de Cristo y vive por tanto la fe que actúa en la caridad como antídoto frente al nihilismo, a la negatividad y al sinsentido que parece quererse instalar.
La celebración de la Eucaristía nos invita ya a vislumbrar esa luz en medio de la oscuridad.