Fiesta de la Ascensión, ciclo B

También nosotros, al celebrar esta fiesta de la Ascensión, miramos al cielo, como los apóstoles, es decir miramos a Cristo, que es el que va por delante en el camino de la vida. El Evangelio que hemos escuchado nos dice que fue elevado en presencia de ellos y una nube lo ocultó de sus ojos.

El verbo elevar en el Antiguo Testamento tiene que ver con la toma de posesión y ejercicio de la realeza. En el caso de Jesucristo, significa la toma de posesión del Hijo del hombre crucificado y resucitado de la realeza de Dios sobre el mundo. Pero tiene también un sentido más profundo como es el estar en Dios y si Cristo está en Dios, el que está en Cristo también está con Dios.

El Evangelio nos dice igualmente, que los discípulos volvieron a Jerusalén «con gran gozo». Este gozo es explicable, pues lo que había acontecido no fue en realidad una separación, una ausencia permanente del Señor, ya que él sigue estando con ellos en virtud de esa participación en la vida de Dios y así es como se sintieron llamados también a hacer perceptible su presencia con el testimonio y el compromiso misionero.

Que también nosotros nos llenemos de gozo al celebrar esta fiesta de la Ascensión, no quedándonos, mirando al cielo, sino dejándonos guiar por el Espíritu en el anuncio del Evangelio, sin olvidar las palabras con las que concluye el Evangelio de San Mateo: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Esta presencia permanente de Jesús es la que hace posible la vida y la misión de la Iglesia, que no consiste en sustituir a Cristo en su ausencia, sino en proclamar su presencia viva y gloriosa entre nosotros.

El Concilio Vaticano II dirá en este sentido que: «la Iglesia prosigue su peregrinación en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva».

Así pues, sin él, sin esa presencia real de Jesús en la historia, no podemos realizar nada eficaz en nuestra vida ni en nuestro apostolado.

San Pablo, en la segunda lectura que hemos escuchado nos dice que: es él quien dio a unos ser apóstoles, a otros evangelizadores; a otros pastores y maestros…para llegar a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios.

Que esta fiesta de la Ascensión nos ayude a descubrir nuestra vocación a la vida eterna en el Reino de Dios y nuestra humanidad unida a la de Cristo, elevada a la altura de Dios. Esa es nuestra alegría, el sabernos amados y renovados por la acción del Espíritu como celebraremos, Dios mediante, el próximo domingo de pentecostés.

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