13 Domingo del T.O.

Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Ante el misterio del mal, el libro de la Sabiduría nos remite a ese principio fundamental de la creación, de que Dios todo lo hizo bien. Junto a este principio tenemos también: que Dios creó al hombre para la inmortalidad y que el mal es fruto del demonio, el envidioso, el que hizo entrar el pecado y la muerte en el mundo.

Todo esto, nos permite adentrarnos en el Evangelio de este domingo en el que Cristo aparece como el Señor de la vida, el que cura las enfermedades y el que resucita a los muertos.

En el caso de la de la resurrección de la hija de Jairo, Jesús le devuelve a la niña la dignidad y la vida, el gozo de vivir. En el caso de la hemorroisa, la mujer es curada de una enfermedad oculta y molesta, dándole no solo la salud corporal, sino la salvación.

En ambos milagros encontramos algo fundamental como es la sacramentalidad del entrar en contacto con Jesús. En el caso de la mujer es ella la que toca el manto de Jesús, en el caso de la niña es Jesús el que la toma de la mano.

¿Qué nos muestra el Evangelio con estos signos de? Que Dios, es el Dios de la vida, que se compadece de sus criaturas, que ha venido a buscar y a rescatar su imagen, asumiendo nuestra humanidad para llevarla así hacia su plenitud.

Hoy también nosotros estamos llamados a anunciar que Dios es un Dios de vivos y no un Dios de muertos, que ama la vida y que nos llama a todos a la vida no solo la vida temporal sino la eterna.

Dios es el Dios de la vida. Si la muerte entra, es por el diablo como nos recordaba el libro de la Sabiduría. Por tanto, hemos de preguntarnos hasta que punto estamos sosteniendo la cultura de la muerte o la cultura de la vida. La cultura de la muerte basada en la guerra, la droga, el aborto, la eutanasia, las injusticias  o anunciamos a un Cristo vivo, vencedor del pecado y de la muerte que, resucitado a una vida nueva, nos resucita también a nosotros y nos recuerda que el proyecto de Dios para el hombre es que el hombre viva y pueda ser colmado en los deseos profundos de vida y de salvación que todos albergamos en nuestro interior.

Dios es el Dios vivo que ama la vida como vemos en Jesús resucitado, por eso él es el que puede arrancarnos del poder del demonio y de la muerte.

Que el Señor nos convierta en apóstoles de la vida, mensajeros del don de la vida. Vida que viene de Dios y que va hacia Dios y que la Eucaristía sea nuestro encuentro sacramental con él.

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