Solemnidad de San Pedro y San Pablo

La Iglesia, como hemos escuchado en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles y en la segunda lectura de San Pablo a Timoteo, está formada por ese pequeño resto, proveniente del Israel histórico, que se ha ido configurando por la fe En Cristo, en el nuevo Israel o en el nuevo Pueblo de Dios.

En ella, los apóstoles juegan un papel fundamental, pues son los testigos de la vida muerte y resurrección del Señor y son los que nos ponen en relación con él. Hoy recordamos de manera especial a San Pedro y a San Pablo. Concretamente Pedro es el que fue el encargado de velar por todos los que creen en Jesucristo para que podamos mantenernos en la fe que se nos dio en el bautismo y que él proclamo como hemos escuchado en el Evangelio, afirmando que: Jesus es el Mesías, el hijo de Dios.

En Jesucristo, se cumplen las promesas hechas por Dios en el Antiguo Testamento, de forma que sea conocido por todos, tanto en el mundo judío a través de Pedro como en el mundo pagano a través de Pablo.

Nosotros hoy los reconocemos como auténticos testigos de la resurrección de Jesús, por la que es constituido Señor de Vivos y muertos.
Tanto Pedro como Pablo, nos muestran que el Evangelio no está sujeto a nada ni a nadie, sino que es fuerza de Dios que nos libera de la cárcel del pecado y de la muerte dándonos la libertad de los hijos de Dios.

Pablo, nos enseña que la vida entregada por Cristo y por el Evangelio alcanza todo su sentido y eficacia, porque la transforma y la convierte en luz, como Cristo es luz. Así lo reconoce Pedro cuando afirma: «Ahora me doy cuenta de que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de Herodes y de las maquinaciones que los judíos habían tramado contra mi»

Pablo, también nos dice que: «fue liberado de las garras del león y que el señor lo librará de todo mal dándole la salvación en el reino celestial».

La fe en Jesucristo nos salva del mal y esto es lo que nos han transmitido los apóstoles. Una fe que cambia y que transforma al que cree y a lo que le rodea, lo que es un gran don, y un gran regalo de Dios.

Así lo afirma Jesús a Pedro: «dichoso tú Simón hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos.

Pues bien, por medio, de Pedro y la sucesión apostólica, Jesus sigue afirmando y fortaleciendo hoy nuestra fe y lo celebramos con confianza agradecida porque a Pedro y a sus sucesores Jesus ha confiado la misión de ser fundamento de la fe, es decir fundamento visible de esa realidad invisible que es Cristo resucitado.

La autoridad expresada con la metáfora de las llaves y del atar y desatar, manifiesta la misión encomendada en la Iglesia. Misión hecha con autoridad y bajo el amor conferido por Cristo para el ejercicio de su ministerio.

Pidamos de manera especial, hoy por el ministerio de Pedro y de sus sucesores. Así como los cristianos rezaban por él cuando estaba en la cárcel, nosotros seguimos orando y ofreciendo también algo de lo nuestro como ayuda para su misión apostólica.

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