Santa Trinidad, Ciclo B

El domingo siguiente a Pentecostés, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Ayudados por las palabras de Jesús y guiados por el Espíritu, podemos entrar en la intimidad de Dios y ver que no es soledad infinita sino vida de comunión entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Amante, amado y amor, los llama San Agustín.

Dios como nos recuerda San Juan es amor y el que se encuentra con Cristo y entra en una relación de amistad con él, también acoge este amor de comunión.

Todo en el universo desde lo más grande a lo más pequeño, nos habla de este Dios que es uno y trino y todo en él, forma parte de ese dinamismo amoroso, incluido el hombre, que lo hace de un modo especial, pues en él este amor se manifiesta como amor responsable, es decir amor como respuesta al amor y se concreta en el amor a Dios y al prójimo, en entrega sincera de sí mismo.

La felicidad del hombre está en vivir en el amor; en amar y en ser amado.

Hay muchas imágenes y palabras que nos intentan desvelar el misterio de Dios: poder misterioso presente en los acontecimientos de la vida humana, Ser Supremo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Yavhé, el que es, Dios clemente y misericordioso… En Definitiva, nos referimos siempre al amor fiel y al perdón misericordioso. Pero hay una imagen fundamental a través de la cual se ha revelado el Dios cristiano y es la imagen de la familia. La familia que es denominada por el Concilio como, comunidad de vida y de amor, expresión que nos lleva también a la realidad eclesial, a la Iglesia. De este modo, tanto la Iglesia como la familia como la Trinidad nos hablan de ese misterio insondable que es Dios y que se nos revelado por medio de Jesucristo.

La familia, en este sentido, está llamada a ser esa comunidad donde a pesar y contando con las diferencias, todos están llamados a formar una verdadera comunión.

María nos recuerda que Dios se vale de nosotros para hacerse presente en el mundo y lo hace habitando en nosotros y convirtiéndonos en morada de su divino amor.

Que con la ayuda de María progresemos en el amor y hagamos de nuestra vida un canto de alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.

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