Navidad, Ciclo B

Si en la noche Santa nos llenábamos de admiración ante el misterio de la Palabra hecha carne, hoy día de Navidad, esa admiración se torna acción de gracias y alabanza a Dios.

el profeta Isaías en la primera lectura nos habla de ese encuentro de Dios con cada uno de nosotros que viene a buscarnos ahí donde estamos y donde nos encontramos. Todo esto nos recuerda ese encuentro que estamos celebrando, el que el Señor realiza a través de su Hijo unigénito, con la humanidad en Belén, junto a la cuna de Jesús-niño, verdadero salvador y por el que también nosotros somos: «pueblo santo».

San Pablo, en la segunda lectura, nos dice que, en esa búsqueda, Dios le lleva a darse no solo por medio de Jesucristo su hijo, sino que por él también nos da el Espíritu, que nos hace hijos y por tanto herederos de su reino.

El Evangelio, es continuación del que escuchábamos anoche en la misa del gallo y en el que destaca el deseo de los pastores de ir a Belén, es decir, el deseo de hacer un camino, un itinerario de fe, en donde encontramos en primer lugar la decisión y luego los gestos concretos como la búsqueda y el encuentro con el niño y por último, el testimonio: «contaron lo que del niño se les había dicho».

Ese testimonio pondrá de nuevo en marcha el asombro y el deseo de ponerse en camino hacia el encuentro y así la fe se propaga.

El relato termina con la alusión a María que medita los acontecimientos y todo lo que le han contado los pastores. Es una meditación activa en la que ella se afianzó en su sí a los caminos por donde transita la salvación de Dios.

En este día, también se nos invita a nosotros a no detenernos en muchas explicaciones sino a abandonarnos como María en la contemplación del misterio de Dios y también a ir con los pastores a Belén, es decir a ir a la raíz de nuestra fe y allí encontrarnos con el don de la vida nueva que se nos da en Cristo y con el don que supone toda vida humana. Para ello, necesitaremos hacer silencio. Silencio que nos ilumina y nos une en un mismo amor y en una misma esperanza. María, en su silencio contemplativo, nos invita a seguir haciendo que esta palabra que Dios nos da en la Encarnación del hijo siga viva y presente en nuestro mundo.

Que por momentos podamos acallar nuestras preocupaciones inmediatas y nos dejemos llevar hacia las preocupaciones verdaderas, hacia lo verdaderamente importante: la contemplación de la presencia del Señor en nosotros y entre nosotros.

María que engendra a Jesús en la carne sigue con su silencio engendrándolo en nuestro corazón, en nuestra vida y en nuestra historia, dándonos la oportunidad de hacerlo presente y de darlo a los demás.

Deja un comentario