Fiesta de la Epifania

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Todo el misterio de la Navidad es Epifanía, es decir manifestación del misterio de Dios que viene a nosotros tomando nuestra condición humana.

 La manifestación de los magos nos muestra que el Evangelio está abierto a todos los pueblos, que Jesus es al mismo tiempo la luz de las naciones y gloria de su pueblo Israel». Los magos por medio de la observación y del estudio de la Escritura, reconocen en él al rey de los judíos, pero también al rey de todas las naciones.

Es por tanto el día de la acción misionera de la Iglesia, llamada anunciar a todas las gentes, la luz que es Cristo. Así lo afirma Jesús en el Evangelio: «Alumbre vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo». Como María también nosotros nos preguntamos: ¿cómo será esto? Tenemos que estar abiertos como ella a Dios y a su designio de amor.

Algunos escritores antiguos hablan de Jesús como de un nuevo sol. Esto es, el centro del cosmos y de la historia, que por la muerte y resurrección recapitula en sí todas las cosas del cielo y de la tierra como él mismo afirma al aparecerse a los discípulos tras la resurrección: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18)

Es por eso por lo que el que cree en él, no pierde la esperanza a pesar de la guerra y la violencia, el egoísmo o la pretensión del hombre de convertirse en Dios.

La Iglesia también participa de ese señorío de Cristo de la que él es cabeza. Como nos recordaba el profeta Isaías en la primera lectura, esta luz que brilla llega a Jerusalén y a través de ella a todos los pueblos. La epifanía es una fiesta de la luz y el camino de los magos es el comienzo de una procesión que continua en la historia, es la peregrinación de la humanidad hacia Jesucristo, Dios con nosotros, que se nos muestra tanto en el pesebre como en la cruz y resucitado está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

El Evangelio entiende así el camino de los magos, como un comienzo. Antes habían llegado los pastores, ahora se acercan también los más sabios. Vienen grandes y pequeños, reyes y siervos, hombres de todas las culturas y pueblos.

La carta a los efesios lo expresa del mismo modo: «que también los gentiles son coherederos» y el salmo: «te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra».

Los magos van por delante en el camino de los pueblos hacia Cristo. Ellos que debían tener un corazón inquieto y en busca de la verdad.

Que también nosotros nos sintamos hoy buscadores de la verdad y del bien, del amor, la justicia y la paz y así lleguemos, como ellos hasta el pesebre, hasta Jesús.

26 Domingo del T.O. Ciclo A

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Hermanas y hermanos: ¿somos de los que se dejan interpelar por la Palabra de Dios y ella nos renueva y vivifica o somos los que no escuchan o no se arrepienten porque eso es para los demás o porque no lo necesitamos? ¿nos sentimos responsables de lo que somos y hacemos como nos recordaba la primera lectura o descargamos en los demás nuestras limitaciones y faltas?

Hoy es un buen día para preguntarnos ¿Cómo es mi relación con Dios? es una relación rutinaria y fría o es una relación marcada por la cercanía de la oración, la escucha de la Palabra, el estudio.

El Evangelio nos habla de dos hijos. El primero dice no, pero luego hace lo que se le dice, el segundo dice sí, pero después se olvida y no hace lo que el padre le pidió. Traducido a un lenguaje de hoy, los que dicen no pero luego es sí, diríamos que son los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios o los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, los que están más cerca del reino de Dios que los que ya tenemos una cierta rutina en esto de la vida de fe y no necesitamos convertirnos

Pero Podemos hablar de otro Hijo, que no aparece en el relato y que es Cristo, el que dice sí, y hace lo que se le ordena.

En ese himno cristológico que hemos escuchado en la segunda lectura se nos dice: que siendo él, de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que al contrario, se despojó de sí mismo tomado la condición del esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Hoy como ayer, estas palabras siguen teniendo valor en nuestro mundo inclinado a la rivalidad, a la competencia muchas veces desleal en todos los ámbitos humanos. Los creyentes, tal vez a contracorriente, podemos vivir y ofrecer algo distinto, otra forma de vivir, estando unidos a Cristo y teniendo sus mismos sentimientos. La palabra que usa el Nuevo testamento es Kénosis, que podemos traducir por humildad o vaciamiento de sí mismo y que nosotros podemos traducir a su vez, por humus o tierra. El humilde es el que tiene los pies en la tierra, y como tierra, vacío de sí mismo, acoge la semilla de la Palabra y puede dar así un fruto nuevo, puede como Cristo el siervo humilde por excelencia, vivir amando y en obediencia al Padre, que siente profundamente la situación de sus hijos extraviados y quiere atraerlos a su misericordia amorosa para que sean felices. Esta es su voluntad y a ella se entrega Jesús, librándonos del pecado y de la muerte y mostrándonos el rostro de Dios que es amor libertad y vida.

Que podamos tener sus mismos sentimientos y poder ya gustar aquí y ahora las primicias del Reino de Dios.

   

6º Domingo de Pascua, Ciclo A

Hermanas y hermanos:

En la primera lectura de los Hechos de los apóstoles, hemos escuchado que, tras una violenta persecución, la comunidad cristiana de Jerusalén, a excepción de los apóstoles, se dispersó en las regiones circundantes y Felipe, uno de los diáconos, llegó a una ciudad de Samaría. Allí predicó a Cristo resucitado y numerosas curaciones acompañaron su anuncio, de forma que la ciudad se llenó de alegría, es decir, que donde llega el Evangelio florece la vida como en un terreno árido que, regado por la lluvia, esa lluvia que tanto esperamos, inmediatamente reverdece. De modo que, como Jesús anunciaba el reino de Dios, los discípulos anuncian que Cristo ha resucitado y que es el Señor, bautizando en su nombre y expulsando toda enfermedad del cuerpo y del Espíritu.

Necesitamos, no solo el agua material sino también el agua que es Cristo vivo presente en nosotros y en nuestro mundo.

La segunda lectura, tomada de la primera carta de San Pedro, nos dice que glorifiquemos en nuestro corazón a Cristo el Señor y que estemos prontos a dar razón de la esperanza a todo el que nos la pidiere. Es decir que cultivemos una relación con Cristo y que esa relación ilumine todas nuestras relaciones y avive la esperanza, que da sentido y fortaleza a nuestro vivir de cada día.

Necesitamos para ello, vivir con la mirada del corazón dirigida a Cristo que nos dice en el Evangelio: «si me amáis, obedeceréis mis mandamientos, y yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros».

El Espíritu, es definido como «otro paráclito», es decir como un abogado defensor. Si el primer paráclito es el Hijo encarnado, que vino para defender al hombre del acusador, en el momento en el que Cristo regresa al Padre, el Padre envía el Espíritu como Defensor y Consolador, para que permanezca para siempre con los creyentes, habitando dentro de ellos, de forma que entre Dios Padre y nosotros, se establezca una relación, por la mediación del Hijo y del Espíritu.

María, es para nosotros, motivo de alegría y de esperanza, porque es la que nos lleva a Jesus y nos invita a no temer. Hoy en Valencia la recordamos como madre de desamparados, madre de los que necesitan, de la luz, del consuelo de la esperanza y de la caridad, en definitiva, madre de todos, madre nuestra. Pidámosle que nos acompañe siempre y en todas partes y haga de nuestra tierra y de nuestro mundo un espacio en el que los hombres reencuentren la alegría de vivir como hijos de Dios.

2º Domingo de Pascua, Ciclo C. Domingo de la Misericordia

La Pascua ha supuesto una nueva manera de vivir. Esto es lo que nos indica la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, 2,42-47. Cuatro son las características que distinguen a los creyentes: la asiduidad a la enseñanza de los apóstoles, o sea el reconocerse necesitados de aprender a vivir como cristianos; la comunión o Koinonia, que es la unión de los corazones que se manifiesta también en el compartir los bienes; la fracción del pan, que es el gesto típico de los judíos para iniciar la comida ritual, que indica ahora la Eucaristía, el memorial; y por último, la oración.

Es más, los apóstoles, realizan signos y prodigios, lo que indica que expresan de forma plástica y convincente la resurrección de Jesús, pues si realizan signos en el Nombre de Jesús, es porque él está vivo. Por otra parte, según el testimonio de Deuteronomio 15, cuando los hebreos, entren en la tierra prometida han de poner cuidado en que no haya ningún pobre entre ellos, ya que la tierra es para todos. Pues bien, estas palabras adquieren ahora todo su significado, de manera que el compartir los bienes se convierte en un signo de que ha llegado la salvación definitiva.

La segunda lectura es del libro del Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19 y nos describe una experiencia que tiene lugar precisamente, el domingo, día memorial de la resurrección del Señor. En ella, el único candelabro de siete brazos del templo de Jerusalén, se ha transformado en muchos candelabros, lo que indica que se ha pasado de un único ámbito de culto, o sea el templo, a la totalidad de la comunidad eclesial. Enmedio de ellos está Cristo como primero y último, es decir, Creador y Señor del cosmos y de la historia. El que vive,esto es, el que tiene la vida en sí mismo y el que tiene las llaves, esto es el poder de la muerte y del abismo de los muertos.

El Evangelio es de Juan 20, 19-31. y nos presenta dos grandes cuadros, en el primero aparecen los once, encerrados por miedo a los judíos, a pesar del anuncio de María magdalena, pero Jesús traspasa las barreras que se le imponen, manifestando así su nueva condición, aunque mantiene los signos de la pasión: «les mostró las manos y el costado». Era necesario esta identificación, pues el que vivió en esta historia nuestra y murió en un aparente fracaso, es el que ahora está vivo y ha vencido a la muerte y por tanto, el que trae la paz: «la paz esté con vosotros». La paz es pues, el crucificado que ha resucitado. Paz y alegría, van juntos y son los signos de una creación nueva, libre ya del pecado y de la muerte.

El segundo cuadro, es el protagonizado por Tomás, que habiendo visto la agonía del maestro, se niega ahora a reconocer una realidad que no sea concreta, tangible, en cuanto al sufrimiento del que ha sido tangible. Jesús condesciende y así nos encontramos con la confesión de fe mas elevada y concreta: ¡Señor mío y Dios mío! Pero el Señor, declara de manera abierta, para todos los tiempos,: bienaventurados aquellos que crean por la palabra de los testigos, sin pretender ver. Si bien la fe parte de un Jesús real y humano, siguiendo la lógica de las bienaventuranzas, son felices, los que son capaces de superar esos motivos de credibilidad y se abren a la acción del Espíritu que les lleva al encuentro real con el Jesús resucitado.

Bienaventurados nosotros, si aunque no lo veamos con los ojos del cuerpo, creemos en el Señor, creemos en su amor y besamos sus llagas, esto es, cuando también experimentemos los clavos y las espinas que son las pruebas de la vida y entonces no solo habrá relación entre su muerte y resurrección sino también entre sus llagas y las nuestras. Vivir con Cristo, es por tanto, morir con Cristo, para resucitar también, con Cristo.

Viernes Santo, Ciclo C

Si ayer terminábamos diciendo que la única manera de celebrar la pascua es poniéndonos al servicio los unos de los otros, hoy la primera lectura con la que abrimos esta celebración en el día de Viernes santo, comienza diciendo: «mi siervo va a prosperar, crecerá y llegará muy alto». Toda esta lectura que hemos escuchado de Isaías, es un canto al Siervo de Dios, al siervo de Yave, que vemos realizado en Cristo. Quien: “aunque rechazado y despreciado de los hombres, llevaba nuestros dolores y soportaba nuestros sufrimientos”. Y que después, de una vida de aflicción, “comprenderá que no ha sufrido en vano”. Y es que la vida del que se ha puesto al servicio de los demás, cargando con sus culpas, es una vida que tiene sentido. Si el castigo como sufrimiento purificador, presupone una culpa, aquí en cambio nos encontramos por primera vez, con algo distinto, y es el misterioso sufrimiento vicario. En el cual, uno sufre por los otros. El pecado es nuestro, pero quien sufre para expiarlo no somos nosotros, sino el Siervo inocente.

Aquí es donde nos encontramos cara a cara con la misericordia de Dios, aun velada en el Antiguo Testamento pero que ahora Cristo pone de manifiesto. ¡Feliz culpa que mereció tal redentor! diremos mañana en la Vigila pascual. También: ¡Oh que gran misterio el del amor de Dios, que para rescatar al esclavo ha entregado al Hijo!

A meditar esto nos lleva también la segunda lectura de la carta a la hebreos, pues Cristo como verdadero y único sacerdote, no es el que ofrece sacrificios sino el que se ofrece a si mismo en sacrificio, el que ha experimentado todo lo nuestro menos el pecado, y el que obedece a ese plan de Dios de salvarnos. En virtud de esa obediencia, contraria a la desobediencia de Adán, nosotros, quedamos justificados, salvados, perdonados y nacidos de nuevo, por medio del bautismo, como también celebraremos mañana en la Vigilia pascual.

La lectura de la pasión, que escuchamos en este día, nos pone por tanto ante esa hora de sufrimiento, pero también de gloria, pues si bien el odio del mundo condena a muerte de cruz a Jesús, en la cruz Dios manifiesta su amor infinito hacia todos nosotros y nos muestra su gloria. La gloria que perdimos por el pecado, pero que ahora Cristo nos ha recuperado.

Jesucristo como queda de manifiesto en el relato, es el “yo soy”, es decir el rey de un mundo nuevo que brota de su costado abierto, que dará lugar a la Iglesia esposa de Cristo, que como nueva Eva tendrá en María, su origen, su principio y su cuidado materno, que junto a los discípulos, representados por Juan, constituye el núcleo de la Iglesia naciente.

Como el Espíritu Santo había conducido a Jesús al desierto en el comienzo de su vida pública, así le impulsa con fuerza ahora hacia Jerusalén, hacia su hora, la hora del encuentro definitivo y de la manifestación definitiva del amor de Dios. El Espíritu Santo es ahora el que da a Jesus la fuerza en Getsemaní para adherirse a la voluntad del Padre y llegar así al final de su caminar, haciendo que esa hora de muerte se convierta en hora de máxima fecundidad.

Hermanas y hermanos, que en nuestros desiertos, en nuestras cruces, en nuestro caminar, experimentemos también nosotros, con Cristo, la fuerza de ese Espíritu que nos hace exclamar: ¡Abba Padre! Y también: “Que no sea lo que yo quiero sino lo que quieres tú» y podamos experimentar que por la cruz de Cristo y por la nuestra cruz, unida a la de Cristo, es como viene la salvación al mundo.

El mensaje de la cruz nos enseña que la fuerza se realiza en la debilidad, y que el amor siempre triunfa aunque parezca lo más débil.

Fiesta de SanTiago Apóstol (En España)

«Jacob» en hebreo. Jacobo en griego o latín. Era  Santiago “el hermano de Juan”, “el hijo de Zebedeo, Santiago, el mayor”  judío de Galilea, nacído en la orilla norte del lago. En la cercana ciudad de Cafarnaúm . Con su hermano Juan trabajaba en la pesca con su padre Zebedeo, asociados con otros dos hermanos: Pedro y Andrés.

Cuando Jesús les dijo: “seguidme”, lo dejaron todo. aquello les pareció fascinante, pues Jesus los llama para formar parte de un grupo especial de DOCE para:

1. Ser su grupo de acompañamiento, algo así como sus más estrechos colaboradores “para que estuviéramos con Él” (Mc 3,14). Estar con él. Eso es ser discípulo.

2. Para  llevar su mensaje, ser Testigos de lo que vivieron y así ser discípulos

3. Para encarnar  y simbolizar el nuevo Pueblo de Dios, como las doce tribus del antiguo Israel y formar una nueva comunidad fraterna, de discípulos, en comunidad.

Santiago junto con Pedro y juan, fueron testigos excepcionales de los momentos más importantes de Jesús. Entre otros: la resurrección de la niña Tabita (Gacela). Allí quedó patente  el PODER de Jesús sobre la muerte,  y que su REINO era un reino de vida.

El  destello de su divinidad en el monte Tabor.  Su GLORIA, en la Transfiguración: manifestando que era realmente DIOS, a pesar de su humilde aspecto.

También fueron testigos  de su angustia ante la muerte, en el Huerto de los Olivos, profundamente HUMANO.

Los tres momentos juntos revelan el misterio de Jesús en su totalidad.

A Juan y a Santiago se les conoce como: los “HIJOS DEL TRUENO” He aquí  tres situaciones en las que su ímpetu fue exagerado:

El exorcista desconocido (Mc 9,38-40). Increparon duramente a un desconocido,  que expulsaba demonios, sin ser de los discípulos y Jesus los reprendió

El rechazo samaritano (Lc 9,52-56). Otro día pidieron  fuego del cielo para acabar con una aldea samaritana que no les había recibido. Una vez más Jesus les reprendió.

El Evangelio que hoy leemos La petición de los primeros puestos (Mc 10, 35-41). Aquí la reprimenda no solo fue de Jesus sino de todos los demás.

Pero a pesar de ese ímpetu, cuando Jesús fue prendido en el huerto, lo dejaron completamente solo; refugiándose en el Cenáculo, cerrando las puertas a cal y canto. Pero enseñados por Jesús, aprendieron a reconocer y aceptar la propia fragilidad,  debilidad, e imperfección. ¡Todo esto fue fundamental a la hora de construir la comunidad cristiana…!

Pero tras pentecostés se lanzaron a anunciar por todas partes la Buena Noticia de la Resurrección.

Herodes Agripa I, queriendo contentar a los judíos, molestos con el éxito de su predicación, decidió dar un escarmiento a la comunidad cristiana …y en los años 41-44, decapitó a Santiago. Pero como Jesús, también resucitó. Y al igual que Jesús sigue vivo alentando nuestra vida y nuestro peregrinar por este mundo

… En SANTIAGO de COMPOSTELA nos recuerda que ser persona y ser discípulo significa siempre caminar. Porque Jesús quiso ser EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

La fuente puede verse aquí

Proactivos versus reactivos

«El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común. Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal. Porque “nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él”, promesa que deja siempre un resquicio de esperanza.

Como enseñaron los Obispos de Sudáfrica, la verdadera reconciliación se alcanza de manera proactiva, “formando una nueva sociedad basada en el servicio a los demás, más que en el deseo de dominar; una sociedad basada en compartir con otros lo que uno posee, más que en la lucha egoísta de cada uno por la mayor riqueza posible; una sociedad en la que el valor de estar juntos como seres humanos es definitivamente más importante que cualquier grupo menor, sea este la familia, la nación, la raza o la cultura”. Los Obispos de Corea del Sur señalaron que una verdadera paz “sólo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo”».

(Carta encíclica de S.S. Francisco, Fratelli tutti, 228-229)

Según la figura de Jesús

El encuentro con Dios, bien puede parecerse a un combate. Recordemos, ese misterioso pasaje de Gn. 32,23-32 en el que Jacob lucha con Dios. El hombre que acepta ser atacado por Dios es transformado, participa de su ser y su potencia.

Pero es imposible que dos seres tan distintos sean uno en todo, a no ser que uno de ellos pierda su resistencia propia. Jacob, es herido en el nervio critico, en el egoísmo. Vulnerado en ese punto, el hombre comienza a transformarse en Dios y a participar de la madurez y grandeza de Jesús.

Aquí hemos expresado esto con la actitud de abandono. Cuanto menor sea la resistencia y mayor el abandono, la participación por parte del hombre es mas fuerte y este se convierte en un testigo viviente.

Por tanto, la meta final de toda oración ha de ser la transformación del hombre en Cristo. Cualquier trato con Dios que no conduzca a esta meta es evasivo y alienante. La vida se convierte as’ en un proceso de transfiguración, es decir: cambio de una figura por otra.

Sobre la piedra que somos, el Espíritu va esculpiendo la figura de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, la vida con Dios se dirige a esto: esculpir en nosotros los sentimientos, actitudes, reacciones, reflejos mentales y vitales, la conducta general de Jesús.

Veamos pues algunos rasgos de Jesús que estamos llamados a tener:

Misericordioso y sensible

En muchos momentos, el Evangelio advierte expresamente que se «compadeció»(Mt 9,36; 14,4; Mc 1,41; Lc 7,13).

Así pues, vivir como Jesús, que no podía contemplar una aflicción sin conmoverse. Nunca vivía «consigo», siempre sal’a «con» y  «para» los demás. Este vivir «para» el otro, sufrir «con» el que sufre fue algo tan notorio, que los testigos no lo pueden olvidar y lo hacen constar frecuentemente: «Jesús se compadeció del leproso, tendió hacia él la mano, y le tocó diciendo: Quiero sé sano» (Mc 1, 41); «Jesús se compadeció de las turbas y de los enfermos» (Mt 14,14); «Jesús recorría ciudades y aldeas… sanando toda dolencia y toda enfermedad» (Mt 9,35); no puede tomar alimento hasta curar al hidrópico (Lc 14,2-4); en la sinagoga interrumpe su predicación para sanar al hombre de la mano seca (Mc 3,16) y a la mujer encorvada (Lc 12,11-12).

– Vivir, como Jesús, que convida a la gran masa de oprimidos y agobiados, pues para ellos tiene un mensaje que les dará Paz (Mt 11,28ss). El ha venido para sanar a los heridos de corazón, anunciar la libertad a los esclavos, a los ciegos la vista y a los oprimidos la liberación (Lc 4,21).

– Vivir como Jesús, que se entrega los abandonados y olvidados con todo lo que era: su pensamiento, su oración, su trabajo, su palabra, su mano (Mt 8,3), su saliva (Jn 9,6),la franja de su vestido (Mt 9,20). Pone las obras de misericordia como el programa de examen final para el ingreso en el Reino (Mt 25,34ss).

– Vivir como Jesús, que con infinita sensibilidad, se identifica con los necesitados: fue el mismo Cristo quien tuvo hambre, sed, fue huésped, estuvo desnudo, enfermo, preso.

Manso y paciente.

– Vivir como Jesús, que es una persona que respira una infinita paz, sosiego, dulzura y dominio aun cuando lo «apretaban», «asaltaban», «asediaban» (Mc 3,10; Lc 5,1). Ofrece toda bendición y todo premio a los mansos, pacíficos, a los que sufren con paciencia la persecución (Mt 5,5ss).

Vivir como Jesús, ante los acusadores y jueces, con humildad, silencio, paciencia, dignidad. No se defiende, no se justifica. Enmedio de las burdas calumnias no respondía nada ante Caifás (Mc 14,56), ante Pilato (Mt 27,13), ante Herodes (Lc 23,8), produciendo admiración en el uno y desprecio en el otro.

– Vivir como Jesús, que ante la negación de Pedro «se volvió y le miró» (Lc 26,69): una mirada de acusación, pero con amor y perdón.

– Vivir como Jesús, cuya paciencia en la noche de la Pasión es sometida a duras pruebas cuando lo azotaban, le colocaban un vestido de loco, una corona de espinas en su cabeza, un cetro de caña en sus manos; lo golpeaban en la cabeza, le abofeteaban. Por toda respuesta, El sufre y calla. No se puede olvidar que Jesús debía tener un temperamento muy sensible.

– Vivir como Jesús, a quien acosaban en la cruz hasta el último momento con el sarcasmo. Pero él como respuesta, pide el perdón para ellos (Lc 23,24). Esta mansedumbre y paciencia de Jesús debió impresionar tan fuertemente a los testigos, que Pablo conjura a las Corintios, «por la mansedumbre y benignidad de Cristo» (2 Cor 10,1); y a Pedro, después de tantos años, se le revuelven las entrañas de emoción cuando recuerda que: «siendo injuriado no devolvía injurias, siendo maltratado no lanzaba amenazas» (1Pe 2,23).

Predilección por los pobres

Vivió con el corazón y las manos abiertas a las masas desamparadas (Mt 9,36; Mc6,34). Por tanto:

– Vivir como Jesús, que no solo siente pena por las turbas hambrientas, sino que se preocupa de darles de comer (Mt 15,32; Mc 8,2).

– Vivir como Jesús,para el cual los favoritos son siempre los pobres (Lc 6,21). Para ellos es el Reino (Lc 6,20). El signo de que el Mesías ha llegado es que los pobres son atendidos. Para ellos ha venido expresa y casi exclusivamente (Mt 11,5); Lc 4,18).

– Vivir como Jesús, que mira con gran simpatía a la pobre viuda que deposita unas monedas (Lc21,3). Esa misma simpatía aparece manifiesta cuando al pobre Lázaro lo coloca en el seno de Abraham mientras hunde al rico Epulón en el abismo del infierno.

– Vivir como Jesús, que no solamente se dedica con preferencia a los pobres sino que comparte la condición social de ellos hasta las últimas consecuencias.

Comprensivo y atento.

El primero en entrar en el paraíso es un bandido. El Padre le encomendó preferentemente la atención a los débiles y desorientados (Mc 2,17). Por tanto:

– Vivir como Jesús, que exteriorizaba tan indisimuladamente su bondad con los pecadores que lo calificaron de «amigo de publicanos y pecadores»(Mt 11,19)

– Vivir como Jesús, cuyo trato cariñoso y preferente con los publicanos como Leví, Zaqueo y aquellos otros que se sentaban a su mesa tanto indignaba a los fariseos (Mt 9,9; Lc 19,1ss; Lc 15,1ss)

– Vivir como Jesús, cuyo principio era: No son los sanos los que necesitan médicos. Y su grito:! Misericordia quiero y no sacrificios! (Mt 9,13). Un  solo pecador que vuelve al Padre alborota el cielo de alegría, más que todos los justos juntos (Lc 15,7)

– Vivir como Jesús, que no se asusta por las atenciones de una meretriz, sino que la defiende públicamente (Lc 7,36ss). A aquella adúltera, condenada a morir bajo las piedras, con qué cariño le dice: ¡Vete en paz! (Jn 8,1ss).

 – Vivir como Jesús que derrama sensibilidad humana y se retrata a sí mismo en unas bellísimas parábolas (Lc 15,11ss).

– Vivir como Jesus que tuvo preferencias, pero no exclusividades.

Sincero y veraz

– Vivir como Jesús, hablar con una transparencia directa: «Si, si; no, no» (Mt 5,37),

– Vivir como Jesús, que fue valiente cuando buscaban sorprenderlo en algún equivoco: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?» (Mt 16,21); dad al César lo que le corresponde, y a Dios lo suyo.

– Vivir como Jesús, que estuvo magnífico cuando unos amigos se le acercaron para advertirle que su vida corría peligro porque Herodes lo buscaba para matarlo: «id y decid a ese zorro» que actuaré donde y cuando yo crea que debo hacerlo (Lc 13,329.

– Vivir como Jesús, que no tuvo pelos en la lengua para desenmascarar a los ricos de este mundo (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25). Entre los confabulados contra él, en la Pasión. ¿no estarán los ricos?

– Vivir como Jesús, defendiendo la verdad aun a costa de la vida:»Vosotros tratáis de matarme; sin embargo, yo no he hecho más que anunciaros la verdad» (Jn 8, 40ss); aun a costa de perder discípulos (Jn 6,66); aun a costa de provocar el escándalo y la persecución (Mt 7,3)

– Vivir como Jesús, que a la vista ya de la eternidad, resume el objetivo de su vida: «Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37)

Después de muchos años, al evocar Pedro la vida de Jesús, testifica emocionado. «En su boca no fue hallada mentira» (1pe 2,22).

Amar siempre.

Los suyos, tenían una vivísima impresión: el Maestro, por encima de todo había amado. Por eso entendieron perfectamente cuando les dijo que se amaran como El les había amado (Jn 13,34).

Debiá emocionar tan profundamente este amor de Jesús, que los testigos nos transmitieron ese recuerdo, grabado en frases lapidarias: «Dios ha amado tanto al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito»(Jn 3,16); «Me amó y se entregó a la muerte por mi» (Gal 2,20); ha habido en los últimos tiempos una explosión «de la benignidad y amor de nuestro Salvador a los hombres» (Tit 3,4)

– En definitiva, ser cristiano es vivir como Jesús y tener los mismos sentimientos que Jesús (Flp 2,5). O mejor aún su disposición, es decir: sus emociones, sus actitudes, su comportamiento general.

Para vivir esta disposición basta con conocer sus preferencias, su estilo de vida y espiritualidad, el objetivo fundamental de su vida. Pero el comportamiento no lo es todo. Detrás de todo comportamiento hay todo un mundo de impulsos, ideales, vivencias. En una palabra, nos tendríamos que colocar en su interior. Ese será el fundamento de la contemplación, en la que es necesaria la ayuda del Espíritu que «enseña toda la verdad» (Jn 16,13).

El mejor método consiste en colocarse dentro de Jesus contemplativamente y desde ahí tratar de saber en el Espíritu qué sentía el Señor cuando decía: Santificado sea tu nombre (Mt 6,9) o cuando repetía tantas veces: Abba (!oh querido Papá‡) o qué sucedió cuando dijo: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt27,46).  o qué se rasgó en su interior cuando dijo: «me dan pena estas gentes» (Mt 9,36) o cuando lleno de alegría exclama:»gracias Padre por haberme escuchado»(Jn. 11,41) ¿Qué sucedió dentro de Jesús cuando se compadeció de las turbas? (Mc1,41; Lc 7,13; Mt 14,14) o ¿Como se sentía cuando les decía: ¿Venid a mi, los destrozados, los arrojados a la orilla del río por la resaca de las corrientes, los últimos y olvidados (Mt 11,28)?

Este ejercicio de colocarse en el lugar de Jesús tiene un reverso y se enuncia así: ¿Qué haría Jesús si estuviese en mi lugar?

¿Qué sentirá el Señor si se instalara en el corazón de este barrio en el que vivo o de esta casa? ¿indignación? ¿Compasión? ¿Ganas de denunciar? ¿Ganas de consolar?

¿Cuál sería la reacción de Jesús si le hicieran lo que me hicieron a mí hace un mes: aquel atropello injusto y arbitrario?

¿Qué sentirá y qué haría en este momento en que me acaban de comunicar una injusticia cometida contra alguien?

¿Cuál sería la actitud de Jesús si estuviera en mi lugar, ahora que me han diagnosticado esta o aquella enfermedad?

Por último, pensemos que, si la Iglesia es la prolongación viviente de Cristo Jesús, lo que ante todo debe perpetuar, a través de los siglos, es su temperatura interior. La Iglesia es Jesucristo y Jesucristo crecerá en la medida en que nosotros reproducimos su vida profunda, su estilo y sus preferencias. 

Vida en Cristo y misterios del Rosario

                                             -Experiencia de Cristo en clave mariana-

I N T R O D U C C I Ó N

            Estos esquemas intentan ofrecer un itinerario del segui­miento de Jesús. No son una biografía de Jesús, porque no es posible deli­nearla y realizarla. Tampoco una Cristolo­gía. Se trata de cuadros o estampas de la vida de Jesús que jalonan su misión y el camino del discipu­lado. Se ha tenido una cierta impre­sión, no ciertamente refleja, como si el seguimiento de Jesús acabara en la Cruz o en la sepultura (recuérdese la tan arraigada práctica popular del Via Crucis). Y esto ha marcado un talante y un estilo de vivir y experi­mentar el evange­lio y la existencia cristiana. Tanto es así que esta realidad ha quedado reflejada en los nombres dados a los lugares santos de Jerusalén. Para los cristianos occi­den­ta­les, cuando pere­grinan a Jerusa­lén, el lugar preferente de sus visitas es el «Santo Sepul­cro» del Señor. En cambio, para los cristianos orienta­les (especialmen­te ortodo­xos) el mismo lugar es  la «Santa Resu­rrec­ción» del Señor. Esta diferen­cia de nomenclatura revela una dife­ren­cia importan­te del enfoque y expe­riencia de nuestra fe. Por eso me ha parecido bien ampliar y ofrecer estos cuadros de la existen­cia y misión de Jesús como paradigma de todo discípulo suyo. Hay una coincidencia básica con la también muy extendida prácti­ca del Rosario (Breviario del pueblo o Evangelio al alcance del publo)) pero ampliada hasta abarcar el momento final en que la historia termina­rá y sólo quedará la eternidad feliz para los hombres, así como aspectos importantes más intensificados del ministerio de Jesús o la refle­xión sobre el Misterio Pascual y la Persona y actuación del Espíri­tu Santo.

            Se pretende ofrecer una ayuda de refle­xión, experiencia cristia­na y oración para quienes se sientan atraídos con especial interés. Para ello se ofrecen una serie de textos al comienzo del enunciado de cada cuadro para que su lectura sosegada ilumine la reflexión que ha de descender al compromiso de la vida, a la petición abierta y universal y a la actitud de acción de gracias.

            Los creyentes seguimos a Jesús Resucitado y glorioso que ilumi­na todo el itinera­rio de la vida y de la misión de Jesús. Este pensamiento lo recoge Lucas en el relato del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús: «Jesús les dijo: ¡Qué lentos sois para com­prender y cuánto os cuesta creer lo dicho por los profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto antes de entrar en su gloria?» (Lc 24,25-26). En adelante ya sólo se puede y debe hablar del camino de la Cruz y de la Luz, porque la meta marca e interpreta el proceso a seguir y la meta de Jesús es la gloria definitiva a la derecha del Padre. Todo lo demás ha de ser inter­pretado desde ese final glorio­so. Y ese es el destino de todos sus discípulos y de todos aquellos hombres de buena voluntad que guiados por su recta conciencia cami­nan, comprometidos con sus hermanos los hombres, hacia un futuro feliz en el Reino de Dios. Sólo así tiene sentido el camino jalonado de sufrimientos, parado­jas, desprecios de la persona humana y aparen­tes contra­diccio­nes. 

            Estos esquemas pueden ayudar a reflexionar en días de silencio y retiro tanto comunitario como personal, ya que se ofrece abundan­te palabra de Dios que pueda apoyar esa reflexión. Con ello se consigue el hábito de la lectura y amor a la Palabra de Dios viva y eficaz.

            Algunos pensamientos recogidos de la Marialis Cultus del papa Pablo VI: “El rosario (o la corona) ha sido llamado “compendio del Evangelio” (Pío XII). La índole evangélica del rosario se ve claramente en cuanto saca del Evangelio el enunciado de los misterios y las fórmulas principales (n. 44). “Y se ha observado también cómo la triple división de los misterios del rosario, no sólo se adapta estrictamente al orden cronológico de los hechos, sino que sobre todo refleja el esquema del primitivo anuncio de la fe y propone nuevamente el misterio de Cristo de la misma manera que fue visto por san Pablo en el celeste “himno” de la carta a los Filipenses: humillación, muerte, exaltación (Flp 2,6-11) (n. 45). “El rosario es oración de orientación profundamente cristológica” (n. 46). “Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor de elemento laudatorio y deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial del rosario: la contemplación. Sin ésta el rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: ´Cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad´ (Mt 6,7). “Por su naturaleza el rezo del rosario exige un ritmo tranquilo y reflexivo, remanso que favorezca en quien ora la meditación de los misterios del Señor, vistos a través del corazón de aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelan su insondable riqueza” (n. 47).

1. DIOS ENTRE NOSOTROS.

                        1.1. Dios se hace hombre.

                        Textos: Lc 1,26-38; Jn 3,16-17; 2Sam 7,1-17; Flp 2,1-12; Jn 1,1-18.

                        Reflexión

            1) La Encarnación de la Palabra personificada de Dios ha venido precedida por una larga etapa preparatoria de la historia de la    salvación. Una etapa en la que Dios reveló su proyecto utili­zando   una admirable pedagogía («synkatábasis» = “condescen­dencia” (San Juan Cri­sóstomo):

            * Las promesas mesiánicas que alentaban la esperanza;

            * La experiencia de la palabra profética consoladora;

            * La experiencia de la Sabiduría para conducir al pueblo.  

            2) La reflexión se podría visualizar de alguna manera en la figura geométrica del triángulo:

                                      Dios

                             María        la humanidad.

 La mirada ha de dirigir­se, en primer lugar a Dios que toma la decisión del envío del Hijo con la fuerza del Espíritu Santo». Y luego a María, a la que se le pide su libre cooperación. Y, finalmen­te, a la humanidad que es la destinata­ria de este designio salvador.

            3) ¿Por qué tomó Dios esta deci­sión en favor de los hombres? «Tanto amó Dios al mundo… (Jn 3,16s; 1Jn 4,7ss). 

            4) Don gratuito de Dios (por fideli­dad a sí mis­mo): Dios no puede contradecirse ni negarse a sí mismo (Os 11; 2Tim 1,12-13).

            5) Una Encarna­ción real (Hb 4,14-16): Dios cerca­no, in­merso en la his­toria de los hom­bres en todo, menos en el pecado.

            6) Dios cuenta con la colabo­ra­ción del hombre libre (su­premo respeto de Dios a la li­bertad humana): ¿Cómo podrá ser esto? Pues no conozco varón. Sentido profundo de la pregunta de María.

            7) La acción admirable del Espíritu Creador: «El Espíritu Santo vendrá sobre y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra».

            8) El Hijo de María será el Hijo de Dios. Una nueva creación, obra de la Omnipotencia divina a través del Espíritu Creador.

            9) Dios se toma en serio al hombre con todos los riesgos, menos en el peca­do. Echó raíces en medio de su pueblo.

            10) La Encarnación fruto del Espíritu Creador: comienza la nueva  creación.   

            11) «Se despojó de su rango y se rebajó hasta hacerse uno de tantos» (Filipenses 2, 6-12).

            12) La virginidad de María es necesaria para que el Espíritu pueda realizar la nueva creación. María y José serían, de este modo, los primeros consagrados libremente a la virginidad «por el reino de los cielos» y por la entrega a la misión de Je­sús.                  

            Compromiso:

             ¿Qué supone en mi vida contem­plar que Dios ame de esta manera al hombre? tomar en serio a Dios y al hombre 

            Intercesión y petición:

            Es el momento de dirigirnos al Padre común y rogarle por todos esos millones de seres por cuyo amor se hizo hombre.

            Alabanza y acción de gracias.

            Ala­banza al amor de Dios, a su fideli­dad, a su profundo res­peto    hacia el hombre. Una alabanza tam­bién en plural.

                        1.2. María peregrina a la montaña para servir.

                                   (Alabanza divina y servicio fraterno)    

            Textos: Lucas 1,39-56; 1 Crónicas 15,1-29; 1 Corintios 13.

            Reflexión.

            En esta visión lucana del acontecimiento se subrayan valores muy estimados por el evangelista y que refleja a lo largo de su relato: la presencia del Espíritu Santo, la bendición de María y el fru­to de sus entrañas, la exclamación de bienaventuranza. Este episo­dio ha de ser reflexionado en profundidad, porque recoge grandes realidades presentadas bajo el ropaje de un relato.

            1) «Se puso enseguida en camino». María peregrina en la fe y en el ser­vicio frater­no. María reflexionaba insistentemente.

            2) El encuentro con Isabel: servicio y alabanza divina. Nunca se han de disociar. Unidos, el servi­cio adquiere su hondura y la alabanza la marca de su autenticidad.

            3) Exclamación de Isabel movida por el Espíritu Santo, por el Espíritu profético que le ha revelado el misterio ocurrido en María.

            4) El canto de las dos mujeres:

            * Las palabras de Isabel:

            a) Isabel declara «bendita» a María por el don recibido: la bendición es el contenido de la promesa hecha por Dios a los hombres (Gn 12,1ss); y Pablo afirmará: «a fin de que llegara a  los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham» (Gl  3,14). María es «bendita» por el Hijo es Bendito e Hijo del   Dios Bendito. Es bendita por lo que recibe.

            b) Y «dicho­sa» porque ha iniciado un camino de fe por la aceptación de la palabra de Dios con su respuesta libre. Es dichosa por la fe presta­da. Es dichosa por su aportación personal: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen».

            * El cántico de María:

            María proclama la grande­za del Señor por la manifesta­ción de su poder, fidelidad y miseri­cor­dia:

            . El «Magnificat» es un cántico compuesto por los primeros cristianos bajo la acción del Espíritu Santo para celebrar la  victoria de Dios en la Muerte y Resurrec­ción de Jesús.

            . Lucas lo atribuye a María, porque la salvación comenzó en la Encarnación. Y porque recoge admirablemente los senti­mientos profundos de María.

            * El cántico de Zacarías: «Benedictus«:

             También compuesto a partir de la experiencia de Pascua y que recoge los grandes momentos de la intervención de Dios en la historia de la salvación: Patriarcas, profetas, Cris­to.                     

             Y todo se concentra en el «Sol que nace de lo alto» para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombras de muer­te.

            Compromiso personal:

            Es necesario vivir siempre en actitud de servir y conectar vital­mente la alabanza divina y el servicio fraterno desinteresa­do. 

            Intercesión o petición: Por todos los que consagran su vida a servir a los demás a todos los niveles: material, cultu­ral, espiritual.                   

            Alabanza y acción de gracias.

Las palabras de Isabel,  Magnificat, Benedictus.

                        1.3. Nacimiento del Salvador entre los pobres.

                        Textos: Lc 2,1-20; Mt 2,1-12; 2,13-23; Ga 4,1-7.

            Reflexión.

            1) Las circunstancias que rodean el nacimiento de Jesús son importantes:

            * Deben dirigirse a Belén por orden de la autoridad romana;

            * Este hecho histórico, impuesto por una autoridad pagana, coincide, misteriosamente, con las promesas mesiánicas que anunciaban que nacería en Belén (Miqueas).

            * El nacimiento, además de ser un acontecimiento histórico, se presenta en un marco significativamente normal.

            * Pero contiene una profunda significación teológica y salvífica.

            2) Tomemos tiempo para la admira­ción y el asombro junto a María y José: ¡Cómo es posible que Dios siendo rico se haga talmente pobre y oculto, débil, indefenso y necesitado de todo!

            3) Y los pastores no son un elemen­to poético.¡Son pastores! pobres, desposeídos, marginados y despreciados porque en aquel entonces eran sospechosos de ladro­nes, fraudulentos y en estado permanente de impureza legal. En definitiva, los parias de la socie­dad.

            4) Y Lucas resalta en su presentación reflexiva que fueron los primeros en acercarse a Belén al igual que ocurrió en la vida del minis­terio de Jesús. Los últimos y los pecadores se sentían acogidos y comprendidos por Jesús. Esta realidad se retrotrae hasta  la infancia como un preludio de lo sucedido en la vida de Jesús. Y justamente fueron los primeros en acercarse a la cueva de Belén atraídos por el anuncio: «¡Os ha nacido un Salvador, Cristo     el Señor!. Y corrie­ron a Belén.

            Son advertidos y guiados por los «ángeles», que son los instrumentos habituales de Dios en la historia de la salvación. Porque son judíos se utilizan los medios acostumbrados entre los judíos.

            5) Luego serán unos magos y, ade­más, paga­nos. !Magos y paga­nos! La magia era perse­guida en Israel. Los magos son conducidos hacia Jesús a través de las señales de la naturaleza (la crea­ción es un medio de llegar a conocer a Dios Creador y Bondado­so). Finalmen­te será la palabra de Dios la que les conduce a Belén donde está Jesús el Mesías y Salvador.

            6) ¡Todos caben en la cueva!. Los que no caben en el corazón de los piadosos de Israel caben en la cueva del Me­sías. Esta realidad  invita a una profunda medita­ción.

            7) «María guardaba todas estas cosas y las rumiaba en el cora­zón»: es la tarea que mantendrá toda su vida. En la vida de su Hijo todo es nuevo, a veces desconcertante, y María se entrega a la      labor de la reflexión, de la profundización para madurar su fe.

            Compromiso:

            La pobreza voluntaria de Je­sús invita a una vida austera y solida­ria; a derribar muros de separación entre los hombres; a la confianza en la Providen­cia en una leal colabora­ción.

            Petición:

             Por los poderosos de este mundo para que sus proyec­tos sean siem­pre un servicio al bien común. Por las vícti­mas del desequi­librio del mundo: pobres, marginados, despreciados.

            Alabanza: Gloria a Dios en el cielo.

                        1.4. El Mesías entra en su Templo: Presentación de Jesús.

                        Textos: Lc 2,21-18; Mt 2; Jn 2,13-22; Ml 3,1-5; Hb 9,11-14.

            Reflexión.

            1) María y José llevan al Niño al Templo para «cumplir con lo prescrito en la Ley de Moisés» (la voluntad de Dios). Siempre disponibles y abiertos a la Palabra de Dios que será la actitud  permanente de toda sus vida. 

            2) Llevan a Jesús al templo. El Mesías llega a su templo. Según una profecía mesiánica el Mesías tenía que entrar en su Templo para purificarlo y volverlo a su dignidad de morada de Dios. Este episodio es un anticipo de lo que ocurrirá al final del minis­terio de Jesús. Y ha de ser entendido desde esta perspectiva (Mala­quías). Cristo Sumo y Eterno Sacerdote entrará en su Templo con la sangre de su Cruz (Carta a los Hebreos), pero hoy anticipa aquella realidad central para la vivencia del Misterio Salva-­ dor.

            3) Encuentro con al anciano Simeón. Fue al templo movido por el Espí­ritu Santo que siempre dirigió la historia de la salva­ción desde sus orígenes.

            *  «Esperaba la consolación de Israel» (Is 40,1ss). Simeón represen­ta a todos los que saben confiar en el Dios de las prome­sas: «Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz».

            * Simeón recono­ce, en una anticipación pascual, los gran­des títulos de Jesús: es la Luz para todas las gentes y la Gloria de su pueblo Israel.

            4) Palabras de Simeón sobre el Niño: «será una bandera discutida». Aquí tenemos un anticipo admira­ble de lo que será realmente la vida de Jesús cuando se manifieste al mundo por medio de su      Palabra, de sus gestos y signos. Será una criba permanente  (léase detenidamente Jn 7 y 8; especial­mente Jn 7,11-13). Ante él habrán de decidirse los hombres si quieren participar en la oferta salva­dora de Dios.

            5) Final­mente hemos de dirigir la mirada a María: «Una espada le atravesará el alma». La espada del discer­nimiento perma­nente al que se verá sometida la Madre y que la irá conduciendo de su        estado de Madre a su ser discípula acabada y la más perfecta de entre todos los discípulos de su Hijo. «Una espada de doble filo, la Palabra de Dios, que entra hasta lo profun­do del alma y provoca el más radical discernimien­to». En medio de las graves  pruebas, María mantendrá siempre su sí y su fideli­dad.

            6) Huida a Egipto y regreso: Deben huir obligatoriamente. María y  José con el Niño, emigrantes en país extraño. Una experiencia dolorosa de Jesús. Debe huir de su pueblo, como un día será re-     cha­zado por su pueblo.                  

            Compromiso:

            Como piedras del Templo vivo cada cual ocu­pa un lugar y una tarea asignada (1Pe 2,4-10). Jesús, Luz y la Gloria, es el Centro que atrae toda la vida y tiene una Palabra que discier­ne.

            Peti­ción: Nuestra oración se hace ahora presen­te en medio de la ancianidad.

            Alabanza: Nunc dimittis.

1.5. En búsqueda de Dios: Jesús en el Templo.

                        Textos: Lc 2, 41-50; Dt 30, 1-14; Jn 4,31-38.

            Reflexión.

            Los tres peregrinan hacia Jerusalén:

            En la legislación judía se establecía que los judíos debían subir a Jerusalén tres veces al año para celebrar ante el Señor y participar en los dones de la salvación. Tres fiestas eran llamadas de «peregrinación»: Pascua (abril), Pentecostés (mayo-junio) y Tiendas (septiembre). Las tres coincidían con la época en que en Israel no llueve. Y cada una actualizaba un acontecimien­to importante de la salvación: Pascua: la salida de Egipto; Pente­costés: la Alianza del Sinaí; Tiendas: la peregrinación        por el desierto hacia la Tierra prometida.

            Estaba así ordenado en la Ley del Señor (Deuteronomio 16).

            María y José con el Niño ya adolescente realizan el camino. Jesús ya tiene la edad adecuada para ir a Jerusalén (12 años).          

            La mirada de la mente se dirige primero a Jesús.

            Lo que será el centro de atracción de Jesús durante su ministerio, la realización de la voluntad de su padre, se anticipa ya a la infancia. De este modo este acontecimiento recibe toda la luz del comportamiento de Jesús en su ministerio. Jesús busca al Padre; busca la voluntad de su Padre: llevar adelante el proyecto salva­dor de Dios sobre los hombres pero en las condi­cio­nes que Dios mismo ha esta­blecido. Jesús busca el Centro de su exis­tir.

            Pero también la mirada debe dirigirse a María y José

            Para ellos ha desaparecido temporalmente el sentido de su vida. Y buscan con inquietud, angustia y solicitud.

            1) Es importante comprobar «que ellos no comprendieron la respuesta que les dio». Lucas insiste a lo largo de su evangelio en algo importante: ¡qué difícil es comprender a Jesús! (Lc 18,34). Pero     María insiste y rumia todos los gestos y palabras de las que es  testigo. Quiere adentrarse en la intimidad del misterio de Jesús y el Espíritu la acompaña delicadamente este proceso admirable.

            2) Este episodio de la vida de Jesús está cargado de conte­ni­do. Ningún acontecimien­to de la Infancia de Jesús puede ser contemplado infantilmente. Iluminados por la luz de la Pascua y por el Espíritu to­dos los episo­dios están cargados de profundo mensaje.

            3) «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivió sujeto a ellos. Su  madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón».

            Esta actitud de reflexión y profundización en las Palabra de  Dios y en los acontecimientos de Jesús es una característica perma­nente de María.

            Compromiso:

            El creyente en Jesús ha de ser un inquie­to busca­dor del proyecto salvador de Dios para todos los hombres. Ma­ría, con su actitud, nos urge la bús­queda, a no escandali­zarnos cuando no comprendemos a Jesús o los planes de Dios.

            Petición: Nuestra oración se hace in­quieto requeri­miento al Dios de la luz. 

            Alabanza.

            Acción de gracias a Jesús porque nos ha marcado el camino de bús-  que­da que desemboca en la Casa del Padre.

           2.   LA VIDA DE SILENCIO, CRECIMIENTO Y MADURACIÓN DE  JESUS

                         2.1. La vida familiar y social de Jesús.

                        Textos: Lc 2,39-40.51-52; Cl 3, 12-25; Tt 3, 1-3; 1Pedro 3,8-12; Salmo 127.

            Reflexión.

            Vida familiar:

            Dios proyectó su vida y su ser en la creación, especialmente del hombre y de la mujer. Ambos reproducen y reflejan en el mundo lo que Dios es en sí mismo: unidad y comunión compartida. Uno y tres a la vez. La forma más adecuada que El estimó en su sabidu­ría fue la realidad del matrimonio y de la vida familiar: un solo matri­monio pero que se proyecta y se vive en comuni­dad de vida y de amor como fuente de vida, de felicidad y de amor. Ese proyecto funda­mental se vive en el hogar der Nazaret de un modo acabado y ejemplar.

            «El Niño cre­cía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El». «Bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les  estaba sujeto y crecía» (Lc 2,39-40.51-52).

            1) Jesús quiso vivir en el marco de un hogar como el resto de los miem­bros de su pueblo. Ese hogar cumplía con el proyec­to de Dios sobre la familia (Dt 5,16; Sir 3,3-7.14-17a): una comunidad de      vida y de amor en mutua generosidad y admiración. 

            2) Comunidad viva en que se cultiva constantemen­te el diálogo de las vidas, de los gestos, de las palabras y silencios elocuentes. 

            3) Jesús vivía con intensi­dad el ritmo, las dificultades, las riquezas y las carencias de las familias nazareta­nas.

            4) Rasgos más característicos: la miseri­cor­dia entrañable, la bondad, la humil­dad, la dulzura, la compren­sión; sobrellevarse mutuamente y perdo­narse (Cl 3,12-21; 1Pe 3,1-7).

            5) Convivencia en la familia: acogida, tolerancia, solicitud, buscando siempre la edificación de los otros (Rm 14,1ss; Fl 2,1-7).

            6) Significación simbólica: la estructura de la familia recuerda siempre la estructura de la Iglesia (Ef 5,22-6,4).  

            Relaciones sociales:

            1) ¡Recuérdense las convulsiones que padecía Galilea!

            2) Sus rela­cio­nes sociales se desarrollaron en una exquisi­ta norma­lidad que respondían al marco que la propia Es­critura indica­ba.

            3) Sin prepo­tencias, sin complejos, sin violen­cias: ama la paz creando un clima de sosiego, confianza y concor­dia.

            4) La con­cordia y la convivencia pacífica no se lograrán jamás sin un ejercicio sincero y noble del amor a todos. La paz social es fruto del amor y de la justicia.      

            5) «Dichosos los promotores de la paz».

            Compromiso:

            Buscar siempre lo que favorece la paz y una convivencia sosegada y serena.           

            Petición:

            Por la paz familiar y social en el mundo.

            Alabanza: Salmo 127; salmo 132.

                        2.2. Vida de laboriosidad y traba­jo de Jesús.

                        Textos: Mc 6,1-6; Lc 4,16-30; 2Te­s 3, 7-15; Gn 2,4-17.

            Reflexión.

            1) Lo sorprendente es que Jesús (Palabra creadora: Jn 1,4ss) ha querido, en cuanto hombre, someterse a la ley común del traba­jo.

            2) La verificación de esta actitud de Jesús la encon­tramos, aunque de una manera esquemática y lacónica, en el relato evangé­li­co, pero es suficiente.          

            3) «¿No es acaso el carpintero, hijo de María y hermano de Santiago  y de José, y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí     entre noso­tros? (Mc 6,1-6).

            4) «¿No es éste el hijo de José?» (Lc 4,16ss).

            Los valores del trabajo.

            1) Colaboración con el Dios Creador en el perfec­ciona­miento y evolución de la creación (Gn 2,4-17). El trabajo entraba dentro de los planes del Creador. Es en sí mismo una bendición. El hombre es capaz de una verdade­ra cola­boración en  la evolu­ción de la naturaleza.

            2) Un medio justo de adquirir los bienes que se necesitan para el sustento digno de la vida humana (2Ts 3,7-15).

            3) Un medio de comunión y solidaridad con todos los hombres. Nadie puede rea­lizar un trabajo acabado él sólo. Necesita imprescindible­mente de los otros. 

            4) Fuente de libertad y realización personal: el trabajo ennoblece al hombre y le ayuda a realizarse como criatu­ra libre.

            Contravalores y ambigüedades del trabajo:

            1) Es a la vez creador de liber­tad y fuente de vergon­zantes esclavitudes, opre­siones, explotaciones (Gn 3,17-19).

            2) Una consecuen­cia del pecado es que el trabajo ya no sea la experien­cia gozosa de una bendi­ción de Dios, sino la a­marga verificación de una fuente de sufri­mientos y de esclavi­tud.

            3)  El trabajador ya no en­cuentra, las más de las ve­ces, en el trabajo una fuente de realización personal, sino un lugar de explotación injusta.

            El trabajo redentor:    

            1) Desde la perspectiva cristiana es un medio de comunión, por ser doloroso, con el trabajo redentor de Je­sús.

            2) El traba­jo, aunque ambiguo o ambiva­lente, puede ser liberado, puede ser redimido, sin dejar de ser doloroso. Esa es la gran a­portación de Jesús al trabajo.

            Compromiso:

            Debemos trabajar como si todo dependiera de nosotros, debemos esperar en Dios como si todo dependiera de Él.

            Petición:

            Por todos los responsables del mundo del trabajo; por los trabajadores; por todos lo parados en el mundo.

             Alabanza: Salmo 8

            2.3. Jesús se dedicaba intensamente a la oración y participaba en el culto de la sinagoga y del templo.

                     Textos: Lc 2,39-40; Lc 6,12; Lc 2,41-50; Lc 4,16.

          Reflexión.

          Oración: crecimiento interior de Jesús.

            1) «Cumplidas todas las cosas según la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret. El Niño cre­cía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El» (Lc  2,39-30).

            2) «Y aconteció en aquellos días que sa­lió El hacia la montaña para orar, y pasó la noche orando a Dios» (Lc 6,12).

            3) El testimonio de los evangelios certifica de que Jesús, como hombre, quiso someterse a un verdadero proceso de crecimiento.

            4) Ese crecimien­to interior cuaja, sobre to­do, en la experien­cia de oración intensa y permanente. Los rasgos que aparecerán en su vida de ministerio no fueron improvisacio­nes. Jesús vivió una     experiencia única de relación con su Padre.

            5) Acostumbraba a tratar con El en diálogo fluido contem­plado como Papá Bien Amado. Con lo que de comunión, cercanía, obediencia y ternura quiere expresar esta denominación. Un día nos revelará  y nos concederá tam­bién a nosotros ese mismo derecho.

            6) La oración de Jesús era dinámica, viva, comparti­da. Los hombres estaban siempre en su corazón cuando dialoga­ba largamente con  su Papá. Habitualmente, siempre, noches enteras. 

            7) La oración de Jesús era íntima, pero no intimista. Era personal, pero no egoísta. Era profundamente místi­ca, pero de ninguna  manera gnóstica. También en su oración era el hombre para los de­más.

            8) Jesús nos descubre que orar (como amar) es la ta­rea más noble del hombre. Porque orar es fruto del ejerci­cio gozoso del amor y de la con­fianza. Jesús fue un Maestro de excepción y, en          realidad, inimi­table en perfec­ción. 

          Asiduidad de Jesús al culto sinagogal:

            1) «Vino a Nazaret, donde se había criado, y entró según su costumbre el día de sábado en la sinagoga y se le­vantó para hacer la lectura» (Lc 4,16-21).

            2) En la celebración del culto sinagogal, cada sába­do, sabemos ciertamente que la Palabra de Dios y la oración compartida era el núcleo central. Desde muy pequeño, acompa­ñando a sus padres,     Jesús iría a la sinago­ga.

            3) Allí oiría las grandes profe­cías y los grandes relatos que recogían las intervenciones salvado­ras de su Padre (¡y su­yas!). La Escritura sería para él un lugar de encuentro natural.

            4) Su kénosis se expresaba de esta manera de una for­ma incomprensible y admirable. Su asi­duidad a la sinagoga los sábados queda ahí como un testimo­nio único de su verdadera y sincera comu­nión con su pueblo.

            Asiduidad al culto de Templo:

            1) La legislación del Antiguo Testamento establecía: «Tres veces al año, todo varón de entre vosotros se presen­tará delante de Yahvé, vuestro Dios, en el lugar que El haya elegido: en la         Festividad de los Ácimos (Pascua), en la de las Semanas (Pentecos­tés) y en la de los Tabernáculos (Dt 16,16-17).

            2)»Sus padres iban cada año a Jerusa­lén en la fiesta de la Pascua. Y cuando era ya de doce años, al subir sus padres según el rito festivo, al volverse aca­bados los días, el niño Jesús se quedó     en Jerusalén, sin que sus padres lo echasen de ver» (Lc 2,41-50).

            3) La ley y la costumbre judía del tiempo de Jesús estable­cía que cuando los niños podían peregrinar a la ciu­dad santa, lo hicieran con sus padres. 

            4) Su primer encuentro con el templo y todo lo que giraba a su alrededor debió serle sorprendente y deslumbra­dor acostumbrado como estaba al culto sobrio y austero de la sinagoga. A Jesús niño y joven se le grabaron aquellas escenas profunda­mente. Es de suponer que Jesús mantuvo esta costum­bre de subir a Jerusalén todos los años (Jn 5,1; Jn 7,1-10; Jn 10,22-24).

            5) En el templo habitaba la Gloria de Dios, la Shekináh, orgullo de Israel. Quien está habituado a recitar los Sal­mos, se percatará en seguida de la importancia religiosa del templo de Jerusa­lén. Allí se encontraba el centro más pre­ciado de Israel para el encuen­tro con su Dios. Ese era el proyecto auténti­co de la edificación del templo, morada del Nombre de Dios (Éxodo y Deutero­nomio).

            Compromiso.

            ¿Cómo es nuestra oración personal y comunitaria?

            ¿Es el culto un encuentro vivo con el Señor? 

            Petición.

             Por todos cuantos se dedican de modo peculiar al culto. Por todo    el pueblo de Dios para que nuestro culto sea vivo y auténtico.

             Alabanza.

                        2.4. Jesús fue bautizado por Juan

                        Textos: Mc 1,9-11par; Jn 1,32-34; Hch 10, 37-38.

            Reflexión.

            Todo el acontecimiento está presentado por los evangelistas en el marco de una revelación y expresado en estilo apocalíptico. Esto significa que se trata de un suceso de especial relieve en la vida y misión de Jesús.

            1) El acontecimiento del Bautismo de Jesús ha produ­cido siempre extrañeza. Ya los primeros cristianos se inte­rrogaban seria­mente sobre este hecho desconcertante de la vida de Jesús.

            2) Lucas recoge una expresión importante en este sentido: «sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizán­dose, bautizado también Jesús…» (Lc 3,21). Y Mateo también se hace eco de lo siguien-­ te: «Jesús le respon­dió (a Juan): Déjame ahora, pues conviene que así cumpla­mos toda justicia. Entonces le dejó».

            3) El Bautismo de Jesús forma parte de los datos más seguros acerca de su vida. Ocasionó a la comunidad primiti­va cre­cientes dificultades.

            Los cielos abiertos.

            La profecía había desaparecido de Israel en los dos últimos siglos antes de Jesús. Por lo que se esperaba para los tiempos mesiánicos una nueva presencia de la profecía. Los cielos abiertos     sobre Jesús quiere decir que él es el profeta esperado y defini­tivo.

            Presencia del Espíritu Santo.

            1) Jesús recibe la plenitud del Espíritu Santo Profético; el Espíritu Creador y Santificador actuó en la Encarnación.

            2) Jesús recibe el Espíritu en su Bautis­mo para investirle con la misión del Siervo de Yahvé, Mesías y Profeta escatológico. Le equipa para la tarea evangelizadora y para la misión salvadora.

            Sentido de la voz del cielo.

            1) En­comendar a Jesús la aceptación de la tarea del Siervo de Yahvé. La voz del Padre inte­rroga a Jesús si está dispuesto a aceptar la tarea propia del Siervo de Yahvé.

            2) Las palabras que vienen del cielo son la cita de las primeras palabras del primer cántico del Siervo de Yahvé (Is 42,1ss).

            3) La tarea específica de Jesús se pone en camino de cumpli­miento definitivo. Por eso el Bautismo tiene tanta impor­tancia en su  vida para la realización de nuestra salva­ción.

            Por qué quiso ser bautizado Jesús.

            1) Jesús accede al Bautismo porque tiene conciencia de la tarea  que su Padre le encomienda.

            2) Según el cuarto evangelio en ese momen­to le confiesa Cordero de Dios que quita el pecado del mun­do.

            Compromiso: Gálatas 6,2ss. 

            Petición.

            Por todos los que consagran su vida por entero a servir a sus hermanos en cualquier necesidad.         

            Alabanza.

                        2.5. Jesús se retira al desierto guiado por el Espíritu.

Textos: Mc 1,12-13; Mt 4,1-11; Lc 4,1-13; Dt 1,1-4. 19-20; 2,1-3; 8,1-6; Is 40,1-8; 41,17-20; 42, 10-13; 43,18-21; Jr 2,1-6; Ez 16,1-34; Os 2,16-22; 11,1-10; Sal 107,1-14.

            Reflexión.

            «Bautizado Jesús, el Espíritu le empujó hacia el desier­to. Permane­ció en él cuarenta días tentado por Sata­nás, y moraba  entre las fieras, pero los ángeles le servían» (Mc 1,12-13).

          Valores del desierto:

            1) El desierto es un lugar «santo» porque en él se realiza la revela­ción más fundamental para el pueblo judío: la Alianza del Sinaí (Ex 19-20).               

            2) Una voz grita: Preparad el camino al Señor en el desier­to, allanad en la estepa el camino a vuestro Dios. Porque se va a mostrar la gloria de Yahvé. Es un lugar para encontrarnos con el don de Dios, con el Dios que se presenta como don gratui­to.

            3) El desierto es un tiempo y un espacio en que se lleva a cabo la gran peregri­nación que se prolon­gó durante cuarenta años. Lugar  para la experiencia de la cercanía del Dios (Os 2,16-22).

            4) Es también un lugar privilegiado para la escucha de la Palabra de Dios: «le llevaré al desierto y le hablaré al corazón». Es un espacio y un tiempo para volver a encon­trarse con los orígenes, con las raíces propias.

            5) Oseas recordará el desierto como un lugar y un tiempo de fidelidad (Os 11,1-10; Jr 2,1-19).

            6) Y el Deuteronomio reflexiona profundamente sobre la peregrina­ción por el desierto para reencontrar la iden­ti­dad propia que le define y le distingue (Dt 1,1-4).

            7) Ezequiel lo entiende como el lugar de los primeros amores de Dios con su pueblo con imágenes atrevidas pero profunda­mente expresivas. Recoge todas las obras en favor de Israel a su        salida de Egipto y durante el desierto.

            8) El desierto es camino de esperanza orientado con fuerza hacia una meta que con seguridad se conseguirá por­que está comprometido el propio Dios en la tarea: «voy a hacer una obra nueva, que ya está comenzando» (Is 43,18-21).

            9) El tiempo del desierto es un tiempo privilegiado para que la comunidad del pueblo elegido, la «qahal Yahvé» se consolide, se encuentre a sí misma, eche los fundamentos sólidos de su            azaroso futuro en la historia.

            10) Jesús se retira al desierto guiado o impelido por el Espíritu Santo que había descendido sobre él en plenitud en el Bautismo que acaba de recibir y es ungido como Siervo de Yahvé que           concentra y representa a todo el pueblo de Dios (y a toda la humanidad en cierto modo) y por eso puede realizar la salva­ción para todos y por todos. El sentido profundo de comunión y solidari­dad con el pueblo justifica adecua­damente su estan­cia  en el desierto.

            11) Para Jesús, además, el desierto es la oportunidad y el espacio en que se madura plenamente su consagración a la oración. Ora y  ayuna. Contempla y robustece su naturaleza para llevar a  cabo la tarea que se le ha encomendado. Es, por tanto, un lugar excelen­te y privile­giado para vivir en una comunión más íntima  con el Padre.

            12) La estancia en el desierto es para Jesús la prepa­ración inmediata para poner en marcha su ministerio. Ha ve­nido a evange­lizar por todas partes.

            Contravalores del desierto:

            1) El desierto es el lugar de las tentaciones: Dios, te ha hecho hacer estos cuarenta años por el de­sierto, para castigarte y probarte, para conocer los senti­mientos de tu corazón, y saber si guardas o no sus manda­mientos (Dt 8,1-6).

            2) El ejercicio de la libertad es puesto a prueba. Dios no quiere un pueblo de esclavos, ni sometidos. Quiere, más bien,  un pueblo libre, aunque vasallo suyo (raíz de la propia libertad). Es el momento  y la circunstan­cia histórica que pondrá a prueba el ejercicio  de la liber­tad.

            3) La peregrinación por el desierto exige el más ab­soluto y limpio desprendimiento. Es un lugar para la precarie­dad y el sufrimiento. El pueblo añoraba los buenos y sabro­sos frutos de Egipto. Una y otra vez comprometen su camino hacia la libertad por­que se les hacía insoportable el estado permanente de precariedad y carestía.

            4) Jesús en el desierto es tentado en todos esos flancos. El relato evangélico de las tentaciones nos recuer­da, de forma cate­quética y anticipada la victoria de Jesús. Jesús siente el aguijón de la tentación «en todo como noso­tros y constantemente», pero no pecó.

            Compromiso.

            ¿Cómo vivo la experiencia de desierto en el que se hace tan intensamente presente el Señor?

            ¿Es el desierto una gracia de Dios para el hombre?

            ¿cómo reacciono ante la experiencia de soledad?

            Petición.

             Rogamos por los que están en la travesía del desierto libremente elegido o forzosamente impuesto.

             Alabanza: Salmo 107,1-14.

                        3.  JESUS PROCLAMADOR DE LA PALABRA.

                        3.1. Jesús, evangelizador itinerante.

                        Textos: Lc 4,14; 7,18-23; 8,1-3; 9,57-61; 13,22; 16,16; 17,11;  Mc 1,14-15; 1,35-39; 2,13-14; 3,13-14; 4,33-34; 6,6-13; 7,24.31; 8,27; 9,30-32; 10,1; 10,32-34; 11,15-19; Mt 10; Mt 13; Jn  6,60-69.

            Reflexión. 

            Durante todo su ministerio, Jesús fue un «itinerante» de la evange­lización: recorría aldeas, poblados y ciudades en un primer momento en galilea y al final de su vida también en Judea. Lucas recoge el ministerio más allá del Jordán bajo la clave de un gran viaje (siempre en camino, término entrañable para Lucas).

            1) «Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: el tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está cerca; convertios y creed en la Buena Nue-     va» (Mc 1,14- 15): los cuatro grandes temas de su predica­ción.

            2) «Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios» (Lc 8,1).

            3) Objetivo central: la llegada del Reinado de Dios. El sermón de la montaña será como la constitu­ción fundamental del Rei­no; la predicación del Reino en parábolas; los milagros se­rán signo de     la presencia del Reino y su consumación en la Muerte, la Resurrec­ción de Jesús, la venida del Espíritu y la Vuelta Gloriosa.

            4) El programa funda­mental de la enseñanza de Jesús lo constituyen las bienaven­turanzas que son una bendi­ción-congratu­lación de Jesús. Las claves principales para su in­terpreta­ción: una mirada      al pasado: es Jesús quien las proclama; una mirada al presente: vivir la propia experien­cia en su auténtica realidad; una mirada al futuro: somos llamados a compartir una admirable esperanza y la esperanza engendra la alegría (Rm 5,3-5; 12,12).

            5) Las palabras radicales sobre el seguimiento de Jesús, preferido a todo lo demás, incluido uno mismo, son el marchamo auténtico de la originalidad de Jesús.

            6) Una lectura atenta de los relatos evangélicos nos muestra que Jesús actuaba con una sabia y exquisita pedago­gía:

            . En cuanto a los contenidos: hablaba como quien tenía «autoridad», no como los doctores. Jesús no era académico, sino un  orador desbordante de vida.

            . En cuanto a los modos: Jesús habla en contacto directo con  las gentes. Su palabra sale de sus labios llena de frescura,  con fuerza de atracción indiscutible.

            . En cuanto a su profunda convicción: El deseaba llegar a la  intimidad de los hombres, provocar en su interior la decisión        y colocarlos ante el Padre que ama a los hombres.        

            Compromiso:

             ¿Cómo sentimos la urgencia de la evange­lización que es tarea de toda la Iglesia?

            Petición:

            Nuestra oración se dirige ahora como una cooperación a todos los que evangelizan a Jesús con sus vidas en lo cotidiano o con la palabra en su ministerio.

             Alabanza y acción de gracias: Isaías 40,9-11.

                        3.2. ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios!

                        Textos: Mc 3,31-35 par; Mc 4,13-20 = Lc 8,11-15; Mc 12,28-34; Lc 1,45; 6,27- 35; 10,18-                           42; 1Pe 1,22-23.

            Reflexión

            Las bienaventuranzas son bendiciones y congratulaciones de Jesús que superan toda lógica humana por hondura y desbordamiento. Algunas de ellas se centran en situaciones dolorosas violentamente infligi­das a las personas: pobres, afligidos, hambrientos y perse­guidos. La escucha de la palabra, que entraña serias dificultades (como lo demuestra la historia de la salvación), es entendida como una congratulación.

            1) Santiago nos aconsejaba de forma general: «que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar» (St 1,19). Jesús mismo proclamó: «Dichosos los que escu­chan la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11,28).

            2) Jesús ha elevado a categoría de bienaven­turanza la actitud de  escucha ante su palabra. 

            3) En la escena de la Transfiguración de Jesús se oye la voz del Padre celestial: «escuchadle» (Mc 9,7). Como an­taño: «Escu­cha, Israel» (Dt 6,4).

            4) Jesús dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcha­ros?”.  Le respondió Simón Pedro: Se­ñor, ¿donde quién vamos a ir? Tú  tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,60-68).

            5) Cuando Jesús quiere formar la nueva familia de Dios, la auténtica familia, asegura que los que escuchan la palabra, esos son  su madre y sus hermanos (Mc 3,31-35; Juan 15,7-17).

            6) El evangelista Juan, en el solemne prólogo de su evangelio, después de afirmar la acción de la Palabra en la creación y en  la historia de la salvación que Dios hizo con su pueblo, afirma: «a los que acogen la Palabra se les da el derecho y el  poder de ser hijos de Dios (Jn 1,12-13).

            7) Y más adelante durante su ministerio aseguraba Jesús: «si escucháis mi palabra seréis de verdad discípulos míos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8,31ss).

            8) En definitiva: «en el principio existía la Palabra y la Palabra     estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. En la Palabra había vida y era la luz de los hombres» (Jn 1,3-14; Jn 5,37ss).

            9) Entre todo el contenido de la palabra de Jesús, hay que resaltar sus bienaventuranzas-congratulaciones, que iluminan toda la  existencia cristiana:

            . Dichosos los pobres reales porque Dios es su Rey;

            . Dichosos los liberados de corazón porque son los amigos e  íntimos del Rey;

            . Dichosos los que escuchan la Palabra liberadora de Dios;

            . Dichosos los no-violentos y los misericordiosos porque construyen una sociedad justa, pacífica y solidaria.

            Compromiso:

             ¿Acojo la Palabra de Dios como una espada de doble filo que entra en la hondura del espíritu?

            Petición:

            Por quienes escuchan sinceramente la Pala-bra para que se realice en sus vidas; por quienes se re­traen de su escucha por miedo a la verdad liberadora; por quienes no tienen la oportunidad de escucharla.

             Alabanza y acción de gracias: Salmo 119, 1-10.

            3.3. Las tentaciones de Jesús, tentaciones de la Iglesia y de los  evangelizadores.

                        Textos: Mc 1,12-13 = Mt 4,1-11 = Lc 4,1-13; Jn 6,14-15; 6,22-27; 7,1-13; Hb 4,14-16; Ef                            6,10-20; St 1,12-15.

            Reflexión.

            Una lectura atenta del relato evangélico nos enseña que Jesús fue realmente tentado durante todo su ministerio y que todas las tentaciones tenían una finalidad común: apartarle del verdadero     camino de salvación intentando malograr el plan salvífico de Dios. Son en realidad «tipos» distintos o flancos en los que Jesús fue tentado. Mateo y Lucas quisieron colocar las tentaciones en el de­sierto bajo una rica perspectiva catequé­tica. Obsérvese que la primera y la última tentación comienzan igual: «Si     eres Hijo de Dios… y en la cruz: Si eres Hijo de Dios…». La tenta­ción asaltó a Jesús durante todo su ministe­rio.

            1) ¿Por qué quiso ser ten­tado Jesús? una pregunta de difícil respues­ta. Es un verda­dero misterio. Jesús fue tentado durante todo     su ministerio (Jn 6 y 7). La escena de Getsemaní y de la Cruz indican otras dos formas duras de tentación (Hb 4,14-16).

            2) Este acontecimiento de la vida de Jesús revela la sincera, delica­da y profunda intimidad con sus discípulos para comunicarles esta experiencia única de la tentación. Una experien­cia que pudo     desconcertarles (cf. Jn 15,13ss).

            3) Jesús fue realmente un hom­bre. En la tentación y en el sufrimiento es donde Jesús revela su auténtica humanidad. Esta revelación culmi­na en la experiencia de la muerte.

            4) ¿Por qué y para qué fue tentado Jesús? Para apartarle del camino auténtico del Mesías (Mc 8,29ss). Pero la tentación ha puesto a prueba su fidelidad al proyecto del Padre sobre su vida y, por     tanto, al sentido de su tarea sobre la tierra.

            5) En la tentación se ejercita el gran don de la li­bertad del hombre ante Dios, ante los demás y ante sí mismo. La tentación curte y madura al hombre. Y al cre­yente que tiene la seguri­dad  de la fuerza proceden­te de la bondad de Dios. 

            6) Contenido de las tres tentaciones:

            * Primera: «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». La tentación de los bienes materia­les. Es necesario el pan y cuanto asegura la vida del hombre, pero la realidad humana tienen un destino superior.      

            * Segunda: «No tentarás al Señor tu Dios». La tentación del  prestigio, del ser estimado, valorado. Sólo cuando el hombre acoge libre y amorosamente el plan verdadero de Dios se realiza en su honda humanidad.        

            * Tercera: «Sólo adorarás al Señor tu Dios». Tentación del poder, de centrar la vida en lo que no es Dios. Dios, del que el hombre es imagen y semejanza, es el único que garantiza el verdadero humanismo, el verdadero sentido el hombre en su  historia y en su destino. Cuando el hombre le coloca en el   centro se enno­blece.

            Compromiso: St 1,2-4

            Petición: por todos los tentados en su misión. 

            Alabanza y acción de gracias: Salmo 3.

            3.4. Jesús, el hombre para los demás que abre caminos de  salvación para todos.

                        Textos: Mc 4,3-9; 1,40-45 = Mt 8,2-4 = Lc 5,12-16; Mc 2,15-17 = Mt 9,10-30 = Lc 5,29-32;                          Mc 4,10-12; Ef 2,11-21; Rm  15,1-4.

            Reflexión.

            El Evangelio nos revela que Jesús es único y universal. Desde   la aceptación de formar parte de la historia de una pueblo determi­nado desplegará su misión universal. Sólo El dará sentido profundo a todo hombre y a cualquier hombre. Y para ello dedica su vida para los demás sin fronteras ni discriminaciones de  ningún género.

            1) «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro ser­vidor. Y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser     servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»  (Mc 10,43- 45).

            2) Jesús fue para los demás hasta el don­ de su vida. Esta es la  principal tarea de su misión en el mundo.

            3) Y sus acti­tudes así lo manifiestan:

  * Derribó todas las fronteras que separaban a los hombres en su tiem­po, invitándoles a entrar has­ta lo hondo de su corazón que  es donde se forman los proyec­tos converti­bles en realida­des;     

            * Rompe las fronteras de hom­bre y mujer, ésta no se sentirá nunca  despre­ciada por Jesús;

  * Derriba las barreras entre ricos-pobres: él siendo pobre por  elec­ción quiere atraer a todos hacia sí;

            * Derriba  las barreras de las clases sociales (comunión de mesa);    

            * Invita a los fariseos a que recapaciten en su actitud hostil contra el Evangelio y contra El, Lugarteniente de la misericordia de Dios (parábo­las) y les invita a que entren en la salvación ofrecida por él.

            * Se acerca a los leprosos, expulsados de la sociedad;

            * Come, conversa, comparte la vida con los pecadores para con­ducirles a la experien­cia de la misericordia del Padre que espera al hijo pródigo para ofrecerle una fiesta cuando vuelva.

  * Denunció a los violentos que querían instaurar el reino de Dios por las armas y les invitó a construir la sociedad desde la paz.

            4) Jesús fue realmente el hombre para los demás. Y se tomó en serio este aspecto esencial de su misión en la tie­rra. Jesús es el Siervo que carga con los problemas de todos (Mt 12; Mt 11,28ss; Cl 1,20).

             Compromiso:

             ¿Estas actitudes de Jesús interpelan profun­da­mente nuestra cerrada tendencia a crear barreras de acep­ción de personas? ¿Nos invita y urge a una sincera toma de concien­cia en nuestras relacio­nes con las restantes imágenes de Dios, que son todos los hombres de toda raza, cultura, religión o na­ción?.                

            Petición:

            Recordamos a quienes se dedican de lleno a los demás en cualquier campo humano o religioso. Y por quienes se sientan más margina­dos de nues­tra sociedad por cualquier causa.

            Alabanza y acción de gracias: Mt 25,31-46.

                  3.5. El rey pacífico entra en Jerusalén y purifica la casa de su Padre.

            Textos: Mc 11,1-11par; Jn 12,12-16; Mc 11,15-19par; Jn 2,14-22; Jn 4; 1Co 6,15-20; 1Pe 2,4-10.

            Reflexión

            Se trata de dos gestos proféticos de Jesús que revelan una vez más la verdadera misión que ha venido a realizar en la tierra.  No es un mesías político-nacional, sino universal y promesa para todos los hombres; sólo Él puede revelar el modo de culto que agrada a su Padre y sus repercusiones en la vida de los hombres.

            1) En la visión lucana del ministerio de Jesús se ofrece una amplia exposición de su viaje hacia Jerusalén, lugar central de la salva­ción hacia el que converge todo y desde donde parte la evangeliza­ción para todo el mundo como una empresa de los Apóstoles asistidos y animados siempre por el Espíritu Santo (Lc 9,51-19,27). En esta amplia parte, Lucas transmite las enseñanza de Jesús sobre el discipulado.

            Algunos datos importantes: Jn 10, 17-18; 11,8-16; Mc 10,32-34.

            2) Tomemos tiempo para contemplar el talante de Jesús acercándose a Jerusalén (léase detenidamente: Mc 8,31-33 par; Mc 9,30-33; 10,32-34; Jn 10,17-18; 11,8ss; Lc 18,34; 19,28; Mc 10, 32-34): decidido, lleno de fortaleza.

            3) «Decid a la hija de Sión: he aquí que tu rey viene a ti, manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo»(Zc 9,9).

            4) Jesús entra en su ciudad como Rey pacífico; como Rey Mesías verda­dero. Con este modo de proceder Jesús sigue corrigiendo la imagen de­formada del verdadero Mesías. El que entra en Jerusa­lén  de este modo es el verda­dero enviado del Padre celes­tial.

            5) La comunidad humana, en los proyectos de Dios, ha de construirse en la justicia y en la paz, y no en la violencia, imposición o menosprecio de la dignidad humana. Jesús ofrece la realización      pacífica de este proyecto de Dios.

            6) Otro gesto importante es la expulsión de los ven­dedores del templo. Evoca el ministerio del pro­feta Jeremías: 7,1-15. No se deben poner esperanzas vanas en el templo, sino en Dios que habita     en él, con la consiguien­te coherencia de vida.

            7) Ante el Sanedrín se aducirá como prueba que ha­bía dicho: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo». Los  sanedritas lo entendieron como una blasfemia contra Dios.

            8) Pero Jesús se refería al templo de su propio cuerpo; cuando resucitó, los discípulos entendieron el misterio del Templo vivo que es Jesús resucitado. En adelante sólo en Jesús podre­mos encontrar el amor de Dios y el don de la salvación y la vida que  Dios ofrece a los hom­bres. Y en el nuevo templo, toda la Iglesia     y cada creyente somos templos vivos del Espíritu.

            Compromiso:

            Jesús propone la no-violencia ac­tiva, la promoción de la paz, el verdadero culto «en Espíritu y en Verdad».

            Petición:

            Por los que trabajan por la paz desde la no-violencia comprometida hasta el don de la propia vida; están presen­tes todos los que se consagran especialmente al culto de Dios.

            Alabanza: Salmo 84.

                        4. JESUS EN JERUSALEN: CENA, GETSEMANÍ, PROCESOS.

                        4.1. Jesús en Jerusalén: las grandes preguntas.

                        Textos: Mc 11,27-33 par; Mc 12,13-17 par; Mc 12,18-27par; Mc 12,28-34 par; Mc 12,35-                             37 par.

            Reflexión

            Recogemos algunas preguntas dirigidas a Jesús durante la última semana de su ministerio en Jerusalén y que afectan profundamente a la vida y al destino del pueblo de Dios y de todos los     hombres. Unas son más teológicas y doctrinales y otras inciden más en problemas sangrantes de la vida política y social de su tiempo.

            a) ¿Con qué autoridad actúa Jesús?: Mc 11,27-33 = Mt 21; Lc 20.

            El templo es la casa de Dios, donde habita, y enfrentarse a él trae consecuencias graves (Jr 7). Sólo el enviado de Dios puede atreverse a purificar el templo (Malaquías).

  b) ¿Hay que pagar tributo al César y reconocerlo como soberano  y señor?: Mc 12,13-17 = Mt 22,15ss; Lc 20,20ss.

            Este planteamiento lleva dentro de sí el problema de la actitud tanto de Jesús como de la Iglesia ante los problemas de nuestro  mundo.

            La respuesta de Jesús fue clarificadora: la moneda reproduce la imagen del César, por tanto le pertenece y la autoridad humana tiene autonomía en las cosas temporales; pero el hombre es imagen    de Dios y sólo en El encuentra su dignidad y su libertad verdade­ra. No se puede adorar más que a Dios del que el hombre, todos los hombres, son imágenes de Dios.

   c) ¿Hay resurrección? ¿Cómo será la vida en el futuro del hombre?: Mc 12,18-27 = Mt 22,23-33; Lc 20,27-40.

            El futuro del hombre es la resurrección y la vida. Así lo declaró Jesús en el momento de la resurrección de Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque muera, vivirá;  y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Jn 11,25-26).

   d) ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley de Dios?: Mc 12, 28-34 = Mt 22,34-40; Lc 10,25-28.

            Los judíos discutían sobre la preeminencia de los mandamientos. Jesús zanjó la cuestión orientando nuestra atención al mandamiento del amor de Dios y al prójimo. Sólo Dios puede centrar       toda la vida del hombre (interior y exterior). 

            e) ¿Quién es Jesús realmente?: Mc 12,35-37: Mt 22,41-46; Lc  20,41-44.

            A lo largo del relato evangélico ha aparecido insistentemente la pregunta ¿quién es Jesús?. Ahora se le plantea directamen­te en el centro de Israel.

            Compromiso:

             Compartir los problemas de los hombres.

            Petición:

            Es necesario evitar toda violencia.

            Alabanza.

                        4.2. Jesús en el cenáculo.

                        Textos: Mc 14,12-31par; Juan 13-17 (discurso de despedida).

            Reflexión

            La contemplación de lo que ocurrió aquella tarde en el cenáculo ha de dirigirse en dos direcciones principales: la primera, está    centrada en los gestos que realiza Jesús: la comunidad de los discí­pulos (la haburáh pascual) alrededor de su maestro para celebrar el sacramento de salvación de Israel; Jesús decide realizar una serie de gestos desconcertantes: lavar los pies de los discípulos (último oficio del último esclavo) en la noche en que se celebra la gran libera­ción de Israel; decide no comer ni beber como urgente impetra­ción ante Dios por el pueblo que se ciega a la luz de Dios; e insti­tuye la eucaristía. La segunda, las palabra densas y profun­das de Jesús (recogidas e interpre­tadas admira­ble­mente por la escuela joánica: Jn 13-17). Gestos desbordan­tes, descon­certan­tes y cargados de sentido.

            Recordemos las palabras con las que Juan abre este momento solemne de la vida de Jesús: «Jesús sabía que le había llegado la hora    de dejar este mundo para ir al Padre. Y él, que ha­bía amado siempre a los suyos que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin» (Jn 13,1).

            Los gestos:

            1) Lavatorio de los pies:

            * El gesto desconcer­tante de Jesús cuando se dispone a lavar los pies a sus dis­cípulos (oficio del último esclavo de la casa).

            * Es un signo que anticipa y apunta a la kénosis total de la Cruz (como don total de la propia vida). Y una invitación a que los discípulos, en su mo­mento, hagan lo mismo.

            2) Jesús no probó bocado: Jesús no quiso comer la Cena Pascual como un gesto imprecatorio: Jesús se dirige de esta manera al Padre  suplicando y a los hombres urgiéndoles a entrar en el miste­rio, a aceptar la oferta que se les hace.

            3) La institución de la Eucaristía: «Tomó el Pan y dijo: ´Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros». Y lo mismo con el cáliz: Esta es mi Sangre derramada por todos. Haced esto…»

            Las palabras.

            5) El discurso de despedida (Jn 13-17):

            * Revelación plena del Padre y del Espíritu (Juan 14-16): los tres volcados en la Iglesia para el tiempo de la ausencia visible de Jesús.

            * Palabra sobre el ser de la Iglesia: una cepa (Jesús) con sarmientos (los creyentes) unidos vitalmente con ella.

            * La unidad de la Iglesia (Jn 17) como signo evangelizador.

            * La Iglesia en medio del mundo: es perseguida como lo fue Jesús, pero no le faltará la presencia del Espíritu que la defiende y la protege.

            Compromiso:

            El lavatorio de los pies urge en noso­tros el compromiso de servir hasta el don de la vida. Urge trabajar por la comunión, la solidaridad y la unidad.

            Petición: Por los que sirven a los demás hasta exponer su propia vida.

            Alabanza: Admiración por los gestos de Jesús.

                        4.3. Jesús en Getsemaní.

            Textos: Oración: Mc 14,32-42 = Mt 26,36-46 = Lc 22, 40-45; Hb 5,5-10; Prendimiento: Mc 14, 43-              52 = Mt  26,47-56 = Lc 22,47-53 = Jn 18,2-11.

            Reflexión.

             La escena de Getsemaní, entrañable y dramáticamente conmovedora, nos sitúa frente a la auténtica realidad de Jesús: la decla­ración de su verdadera y atrayente humanidad (siente el peso de su respon­sabi­li­dad, del sufrimiento, del rechazo y de la muerte) y su realidad de Hijo de Dios que sabe que el proyecto de su Padre es el mejor para la humanidad. Es el modelo más acabado de oración cristiana por su hondura y realismo a pesar de su escueta y sobria breve­dad.

            1) Nuestra refle­xión comienza con unas palabras de la Carta a los Hebreos de un rea­lismo sobrecogedor: «El mismo Cristo durante su vida mortal oró y suplicó con fuerte clamor, con lágrimas        incluso, a quien podía liberarle de la muerte; y cierta­mente fue escu­chado por Dios, en atención a su actitud de acata­miento. Pero Hijo y todo como era, aprendió en la escuela del dolor lo que cuesta obedecer».

            2) Este acontecimiento nos invita a dirigir nuestra contemplación en dos di­recciones:

            * En primer lugar, al hombre Jesús que está orando en Getsemaní. Es un momento en que se descubre y se revela con todo su realismo la natu­raleza humana de Jesús. Realmen­te en todo como        nosotros, menos en el pecado. Jesús en el huerto, como en otro tiempo Adán en el huerto, ha de elegir entre la voluntad del  Padre y su autonomía.

            Esta escena recoge una de las tentaciones más duras que sufrió Jesús: elección entre la voluntad de Dios o su propia voluntad. Se revela la profunda realidad humana de Jesús. Venciendo      Jesús y eligiendo la voluntad del Padre, ha abierto el camino de la auténti­ca liberación y salvación del hombre.

            * En segundo lu­gar, verificamos que Jesús ha hecho la gran elección: ha preferido la voluntad del Padre. Pero en un clima profundo y lleno de ternura: Jesús se diri­ge a su Padre con el entraña­ble apelativo: Abbá, Papá Bien Amado. Confianza total en una obediencia libre y amorosa.

            3) Jesús es el maestro insuperable de oración. La escena de Getsemaní nos revela la hondura de la intimidad de Jesús, la riqueza y vitalidad de su diálogo permanente con el Padre, la obediencia filial al plan proyectado por el Padre, la confianza plena en su Padre, el realismo y la lucidez de su oración que ha venido precedida por una larga vida de oración como se nos recuerda constantemente a lo largo del relato evangélico.    

            Compromiso:

            El discípulo de Jesús debe asumir con todo su realismo lo humano. Pero a la vez estar abierto seria­men­te a la voluntad del Padre, con la convicción de que el Pa­dre lo ama y su Provi­den­cia nunca se equivoca en la direc­ción de su vida.

            Petición:

            Por cuan­tos se debaten diariamente entre su historia doloro­sa o  descon­certante y el proyecto de Dios.

            Alabanza: Salmos 113-118.

                        4.4. Procesos: ante el Sanedrín y ante Pilato

              Textos: Mc 14,53-65 = Mt 26,57-68 = Lc 22,54.63-71 = Jn 18, 15-16.18; especialmente Jn 7-8.

            Reflexión. 

            A. Ante el sanedrín:

            1) Conocemos ya el relato evan­gélico. Es el final de un largo proceso durante todo el mi­nisterio de Jesús. El proceso ante el Sanedrín no fue un hecho aislado en la vida de Jesús. Ni tampoco le sorprendió.

            2) Jesús ya había previsto su final y lo había anunciado repetidamente: tres veces de una manera más expresa: Mc 8,31ss; 9,31ss;10, 33ss.

            3) No solamente había anunciado su muerte vio­lenta, sino que la había interpretado, es decir, había ense­ñado a sus discípulos el sentido de su muerte.

            4) Por eso la contemplación de este acontecimiento nos conduce a la hondura de su intimidad. El era el verdadero Mesías esperado por Israel durante siglos (desde la profecía hecha a David por Natán (2Sam 7).

            5) El proceso ante el Sanedrín es el ejemplar más claro de un juicio a todas luces injusto. Ade­más los testigos eran comprados, eran falsos.

            6) Ya el Maestro había anunciado a los discípulos:»Dichosos vosotros cuando os persigan y proscriban vuestro nombre como malo falsamen­te porque Dios es vuestro rey».

            7) El sufrimiento íntimo de Jesús al compro­bar la ceguera de su pueblo. ¡Rechazan al verdadero Mesías acusado de blasfemo! Porque creen que se arroga dere­chos divinos que nadie le ha dado. Es un momento histórico en la vida de Jesús de primera importancia.

            B. Ante Pilato: Mc 15, 1-20 = Mt 27,1-2.11-26 = Lc 22, 66; 23, 1-5.13-25 = Jn 18, 28-40; 19,4-16;                   Mc 13,9-13 = Mt 10, 16-33 = Lc 21,12-19; Jn 15,18-16,4; Lc 12,2-9; 1Tim 6,11-16; Ef 6,10-20.

            1) «Después se levan­taron todos y lleva­ron a Jesús ante Pilato. Comenzaron la acusación diciendo: Hemos comprobado que éste anda alterando el orden público. Se opone a que se pague el         tributo al em­perador y, además, afirma que es el Mesías, o sea, un rey» (Lc 23,1-2).

            2) Los motivos de la sentencia ante el Sanedrín fueron religiosos y mesiánicos. Maliciosa y hábilmente se vierten los motivos. 

            3) La verdad es que Jesús rechazó durante toda su vi­da, espe­cialmente durante su ministerio, la tentación que procedía de éste movimiento para que aceptara el liderazgo político-militar y llevara adelante la libera­ción de Israel del poder de los genti­les. Pero Jesús nunca aceptó aquella oferta.

            4) El evangelis­ta Juan es quien nos ha condu­cido al verdadero corazón de este proceso: «mi Reino no es de este mundo; la autoridad viene de Dios para promover el bien común; yo soy un Testi-     go de la verdad. He ahí el nervio de este aconteci­mien­to. 

            5) Jesús no usurpa, es la Verdad y conduce al hombre a su verdade­ra dignidad. Por eso Jesús sigue adelante en su ca­mino y en su misión: porque ese es el proyecto del Padre.

                        4.5. Camino del Calvario, camino del discípulo.

                        Textos: Mc 15, 20-22par; Jn 19,17; Mc 8,34-38 par; Mt 10, 37-39 = Lc 14,26-27; Rm 14;                            1Pe 1,6-9; 4,12-19; 2,21-25.

            Reflexión

            En su visión del ministerio de Jesús, Lucas dedica una larga sección (Lc 9,51-19,27) a presentarlo en camino hacia Jerusalén. Todo el conjunto son como etapas de ascenso hacia el centro de la salva­ción. Lucas pone especial cuidado en indicar estas etapas: «sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asun­ción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén (9,51); «mien­tras iban caminando» (9,57); «yendo ellos de camino…»(10,38); «atra­vesaba pueblos y ciudades enseñando» (13,22); «caminaba con él mucha gente» (14,25); «y sucedió que de camino a Jerusa­lén» (17,11); «mirad que subimos a Jerusalén y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron sobre el Hijo del hombre» (18,31); «mar­chaba por delante subiendo a Jerusa­lén» (19,28). Lucas entiende y enseña que todo el camino de la vida de Jesús está orientado a Jerusalén donde se consuma­rá la salvación. Y este es el camino de la Cruz de Jesús y del disci­pula­do. Y el camino también de la gloria y de la reali­zación de la salva­ción.

            1) Jesús había dicho un día: «El que quiera ser discípulo mío, niéguese a sí mismo, tome su cruz (cada día) y que se venga conmigo» (Lc 9,23-27).

            2) Un discí­pulo de Cristo es sólo el que camina sobre las mismas pisadas que va marcando el Maestro. Estamos ante un acontecimiento impresionante.

            3) Vamos al núcleo de este mo­mento: Jesús ha sido injustamente conde­nado ante los dos tribuna­les. La sentencia ha sido: la crucifixión. Pues bien, cuelgan al cuello la causa de su condena y       carga con el ludibrio saliendo fuera de la ciudad, como explica el autor de la Carta a los Hebreos (13,13-16).

            4) Pablo dirá un día que él se gloría en la Cruz de su Señor Jesucris­to: «Si de algo presu­mo, es de Cristo crucifi­cado, y Dios me libre de aspirar a otra cosa» (Gl 6,14). Estos gestos históri­cos de su vida, reales, se nos hacen muy incom­pren­sibles. 

            5) ¡Ese es el cami­no de la libertad y del amor del Padre! ¡Ese es el camino de la sal­vación, aunque parezca escandaloso! Es el verdadero camino para el hombre, porque termina en la vida y la     autén­tica libertad.

            Compromiso:

            «Que cada uno lleve las cargas de los demás». Mi her­mano, que camina a mi lado, siente el cansancio, la desilusión. He sido llamado a ser su Cireneo silencioso y servi­cial. Y Jesús en medio marcando el paso y el rit­mo.

            Petición

            Pedimos por todos aquellos a quienes la cruz les resulta dura.

            Pedimos por los cansados de la vida, por los enfermos termi­nales  e irrever­sibles. Pedimos por los más machacados de nuestro mundo.

            Alabanza:

            Damos gracias a Jesús porque va delante a­briendo el camino. Bende­cimos al Padre celestial porque se complace en su Hijo también en el camino del Calvario.                      

5. EN EL CENTRO DE LA SALVACIÓN

                        5.1. La Cruz, liberadora (1).

              Textos: Mc 15,21-39 par; Gl 2,11-21; Rm 1 al 8; Hb 2,9-18; 1Pe 3, 13-4,6; 1Jn 4,7-21; 1Cor 13.

            Reflexión.

            El móvil secreto y profundo de la muerte de Jesús:

            1) La Cruz es la expresión suprema del amor de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo (Jn 3,16ss).

            2) El Kerigma afirma: «Cristo murió por nuestros pecados».

            3) Y esta proclamación solemne es vital para mí. «Cristo me amó y se entregó por mí» (Gl 2,20).

            4) ¿Cómo puede traducirse todo esto en algo vital para mí?. Debo aceptar y contar con el sentido paradójico de mi vida. Adoptar siempre una actitud reflexiva de autocrítica.

            Valor de la cruz en nuestra vida.

            1) Mc 8,31-38p.: Situación de estos textos en la vida de Jesús: el camino de la Cruz, «escándalo para Pedro». La Cruz es libera­dora  profundamente.

            2) 1Cor 1,17-31: La cruz tergiversa todos los valores de los hombres. La Cruz nos conduce a nuestra más auténtica identidad

            3) Flp 3,1-21: ¡Hay que huir de los enemigos de la Cruz de Cristo!.

            4) Gl 3,13-29: opción entre la Ley y Cristo. No se puede ni se debe neutralizar el escándalo de la Cruz por ningún motivo.

            Fuerza liberadora de la Cruz.

            1) Para la comprensión global de esta acción libera­dora nada más adecuado que una lectura conjunta de estos textos:

            * Lucas 14,25-33: para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo, tomar la Cruz y seguirle;

            * Juan 8,31ss: para ser discípulos de Cristo hay que permanecer fieles a su Palabra que es la verdad y que es la única que nos hace libres;

            * 1Cor 1,17-31: la Cruz de Cristo es el valor que tergiversa y  subvierte todos los demás valores en los que el hombre pone su esperanza;

            * Gálatas 6,14-17: el discípulo descubre que la Cruz es un motivo de gloria, el único valor que merece su atención;

            * 1Jn 4,7-21: el discípulo descubre que si es posible conseguir la libertad es porque la Cruz es la expresión suprema del amor del Padre en favor de la humanidad manifestado en su propio Hi-      jo.¡Sólo se puede amar sinceramente cuando se ha experimen­tado el amor de Dios  que se manifiesta en la Cruz!

            * En definitiva, Cristo en la Cruz revela que la verdadera fuerza  que puede transformar el mundo es el amor gratuito y univer­sal de Dios que es Padre de todos los hombres.

            Compromiso:

            ¿Encuentro la ternura de Dios en mi propia cruz?  ¿Es liberadora realmente la cruz?

            Petición:

            Por todos los que experimentan las graves durezas de la vida en todos los órdenes y planos.

             Alabanza: Rm 11,33-35.

5.2. La Cruz, liberadora (2).

            Cristo en la Cruz libera al hombre de la Ley.        

            Efesios 2,11-18: Jesús destruyó los muros de separación.

            *Jesús ha venido a llevar la Ley a su cumplimiento, a su realiza­ción escatológica: Rm 7,4-13.

            * La liberación de la Ley por obra de Cristo significa que además de descubrir su bondad original, ofrece la posibilidad, por la  fuerza de la Cruz, de llevarla a la perfección desde el corazón nuevo: Rm 3,21-31; 8,1-13.

            *Jesús abre y marca el camino: Mateo 5,17-18. Jesús libera de la Ley porque nos descubre con su vida y  su Palabra la intención más profunda en la Voluntad del Padre; porque en ella descubre al hombre la Voluntad del Padre.

            *Jesús en la Cruz es a la vez el hombre más libre y más obedien­te que jamás haya existido (modelo ejemplar para la comprensión­ profunda y auténtica del binomio obediencia-libertad).

            Cristo en la Cruz libera al hombre del pecado.

            1) La situación humana es, ante todo, una situación actual de muerte: compartiendo el dominio de la muerte sobre el hombre está el pecado. Pero en el proyecto original de Dios sobre el hombre     no fue así. El hombre fue hecho para la vida y una vida sin término.

            2) El pecado es la raíz profunda de la muerte en el hombre y de todas sus esclavitudes más íntimas o más  externas. 

            3) La misión de Cristo ha consistido en liberarnos del pecado y restaurar el destino original del hombre: 

            *Jesús entendió su propia muerte desde la figura del Siervo de Yahvé que cargó sobre sí mismo nuestro pecado.

            *Jesús expresó abiertamente que vino a este mundo para perdonar  los pecados: Mc 2,1-12p.

            * La primera confesión de Juan consiste en esta exclamación: ¡He ahí el Cordero-Siervo de Dios que quita el pecado del mundo!  (Jn 1,29ss).

            * «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por muchos».

            4) Esta realidad fundamental pasó a la proclamación kerigmática: Hechos 2,38; 3,19; 5,31; 10,43; 13,38; 1Cor 15,3.

            5) Los Apóstoles reciben la misión de proclamar el perdón de los pecados, como parte esencial de su tarea (Jn 20,19.23.     

            6) La escuela joánica así lo ha entendido en su comprensión de la obra de Jesús (1Jn 1,5-10; 2,2-12; 3,1-11; 5,16-20).

            7) En la reflexión paulina encontramos abundantes afirmaciones de que Cristo nos libera del pecado: Rm 3,9-20; 5,12-21; 6,1-23; 8,1-10; 1Cor 15,15-20; Hb 4,14-16; 9,11-22; 10,1-10; 1Pe 2,21-      25; 4,1-8.

            Cristo en la Cruz nos libera de la muerte.

            1) El hombre ha sido creado para la vida. Dios es un Dios de la vida y para la vida. Esta es una afirmación firme en la revela­ción cristiana. Esta es la gran esperanza para el hombre.

            2) La muerte como experiencia inevitable para el hombre es la prueba irrefutable y decisiva de la existencia y fuerza del  pecado.

            3) La muerte no es el mal definitivo del hombre sin solución. Hay una prueba profunda: si la muerte no tuviera salida Cristo no la habría sufrido. Hay una respuesta sincera y viva para los   hombres. Pero es una experiencia dolorosa y desgarradora para la humanidad. Es necesario tomar el hecho y la experiencia de la muerte con toda su seriedad, para entrar en el misterio real  de la vida como proyecto de Dios.

            4) Pero la experiencia de la muerte se nos anticipa diariamente. Hay anticipos de la muerte en la historia del hombre que le esclavizan, le desazonan, le quitan la paz: el sufrimiento, la sole­dad, el fracaso, el hundimiento en todos los campos. He ahí la experiencia del hombre de la que nos quiere liberar Cristo  en la Cruz.

            5) El miedo a la muerte ha sido en la historia una fuente inagotable de toda clase de esclavitudes. Así lo ha comprendido el  autor de la Carta a los Hebreos(2,14-18).

            La Cruz es Centro aglutinador de comunión y unidad. Motivo de gloria.

            1) «Cuando yo sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia Mí» (Jn 8). Cristo en la Cruz restaura y anula la causa profunda que produce en el mundo toda clase de divisiones, enfrentamien­tos, destrucción y muerte. Por eso es el centro de comunión: porque revela el verdadero rostro amoroso del Dios que  es, por naturaleza, comunión y causa de toda unidad.

            2) «Yo me gloriaré siempre en la Cruz de mi Señor» (Gl 6).

            Para Pablo es el «trofeo» de victoria y de gloria. La imagen  está tomada del paseo triunfal que los generales romanos  realizaban en los foros romanos ante el emperador y todo el pueblo de Roma cuando volvían de sus campañas triunfales portando los símbolos de los pueblos vencidos.

            Compromiso:

            ¿Realmente encuentro en la Cruz la fuerza liberadora de mi vida? ¿Cómo se expresa esa liberación en mi vida?

            ¿Cómo es mi actitud profunda ante la Cruz: aceptación, resigna­ción, abrazo amoroso, motivo de gloria?  

            Petición:

            Recordemos de modo especial a todos aquellos que viven la cruz propia con desconcierto y como un escándalo que no alcanzan a comprender y asimilar.

            Alabanza: Jn 13, 31-33.

5.3. ¡Cristo ha resucitado!

                        Textos: Mc 16,1-20; Mt 28,1-20; Lc 24,1-53; Jn 20,1-30.

            Reflexión.

   Este anunció inesperado y desbordante conmovió al mundo y a la historia. Nunca se había oído un mensaje semejante ni se volverá a oír. El Dios de Jesús es un Dios de la vida y para la vida. El que ha muerto realmente en la Cruz para li­berar al hombre, ha resuci­tado realmente, vive para siempre y no morirá jamás.

            La respuesta al gran problema del hombre:  su destino y su esperanza.

            1) El hombre necesita siempre de la esperanza; es constitutivo de su propia naturaleza vivir animado por una esperanza capaz de dar sentido a su vida;

            2) Esta esperanza se ha hecho historia en la  Historia de la salvación recogida a lo largo de la Escritura: narra las maravillas de Dios con el hombre para  conducirlo poco a poco a una gran       esperanza;

            3) Esta esperanza que Dios ofrece tiene unas características:

            * Se trata de un bien, porque sólo se espera lo bueno; 

            * Se trata de un bien futuro, sólo se espera lo futuro;

* Se trata de un bien difícil (lo fácil se sólo se desea);

            * Se trata de un bien posible (contra la desesperación);

            * Se trata de un bien posible por el poder de Dios.

            * La esperanza engendra alegría y gozo (1Pe 1,3ss).

            La Palabra de Dios contiene y ofrece una respuesta autorizada.

            1) Los discursos kerigmáticos (son seis discursos que se encuentran en el Libro de los Hechos y que recogen en sustancia la primera proclamación de los Apóstoles): que centran su atención en la       Muerte y Resurrección de Jesús como acontecimiento cen­tral de la Historia de la Salvación y ofrecen la respuesta funda­mental.

            2) Los relatos evangélicos que lo desarrollan: Mc 16; Mt 28; Lc 24; Jn 21 y 20: que narran la comprobación de que el sepulcro estaba vacío y las apariciones del Resucitado..

            3) Primera Carta de San Pedro: una homilía bautismal-pascual para alentar a los perseguidos por causa de su fe: parti­cipan en la muerte cruenta de Jesús pues pronto participarán en la Resurrección de Jesús no ya solo sacra­mentalmente sino también realmente.

            4) Romanos 6: por el Bautismo participamos sacramental­mente en la Resurrección de Jesús.

            5) 1 Corintios 15; 2 Corintios 4. La Carta a los Hebreos y el Apocalipsis que son una solemne confesión del Cris­to glorioso que precede a su Iglesia peregrina y envuelta en persecu­ciones para     que no pierda la esperanza.

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.

                        5.4. Lo que significó para Jesús la Resurrección.

                        Textos: Hch 2,29-36; 3,12-16; 5,29-33; Rm 6; Ap 1,4-8.17-18; Ef 1,3-14; Cl  1,13-23; Fl                              3,7-11; 1Pe 2,1-8.

            Reflexión.

            La Resurrección, acontecimiento revelador de Jesús.

            1) La Resurrección es un Apocalipsis: un  acontecimiento que revela la identidad total de Jesús.

            2) Es la maravilla de las maravillas de Dios: en ella Dios manifestó su Poder soberano e infinito mucho  más  que en ningún otro  acontecimiento de la Historia de la Salvación.

            3) La vuelta a la vida definitivamente de ese hombre llamado Jesús asegura la vuelta a la vida de toda la humanidad. Jesús Resucitado ya no muere más (Ap 1,10-20; Rm 6,3-11).

            4) Por la Resurrección se hace presente y eficaz:

            * Su Encarnación. La Encarnación (comunión y solidaridad menos en el pecado) se prolonga durante todos los siglos.

            * Todo lo que Jesús hizo y enseñó en su vida histórica.

            * La tarea evangelizadora y proclamadora: ¡ahora!.

            * El acontecimiento central de la Cruz. Lo que el Padre da a la humanidad a través de Cristo en la Cruz junto con el Espíri­tu permanece en toda su dinamicidad por la fuerza de la Resu­rrección.

            * La Resurrección garantiza y revela que la Cruz no fue ni una derrota ni un fracaso, sino una auténtica y completa victoria  (Hb 2,9-18; 4,15-16; 5,5-10).

            Por la Resurrección se revela que Jesús era un verdadero hombre y un verdadero Dios.

            1) El Dios que se hace presente en Jesús y que descubrimos por su Resurrección; que estuvo presente en nuestro mundo y en nuestra historia; y que sigue actuando por la fuerza del Espíritu Santo     en sus Testigos, en su Comunidad y en cada uno de sus creyentes,  es un Dios cercano, para nosotros y entre nosotros.

            2) La Resurrección, por tanto, es un Acontecimiento que abarca todo el Plan salvador de Dios y lo prolonga para siempre.

            Jesús es el Alfa y la Omega de la historia.

            1) Jesús es el Principio y el Fin de la historia. Con su Resurrección se nos revela cual fue el proyecto original de Dios para el hombre (escatología- protología). Por su Resurrección, Jesús se revela como el Centro de la historia y de la humani­dad.

            2) Jesús es el Señor de vivos y muertos. La Resurrección «corrió el velo o cortina» que ocultaba la verdadera identidad de Jesús durante su vida y su misión en el tierra: es el Señor, el Príncipe de la vida, el que abre el camino de la salvación, el Juez de vivos y muertos, el Salvador del mundo, la Palabra eterna de  Dios y el verdadero Mesías.

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.

                        5.5. La Resurrección en la vida del creyente.

                 Textos: 2Cor 4; 1Cor 15; Rm 4,13-25; Cl 2,9-13; Ef 1,19-20; 1Pe 1, 13-25.

            Reflexión

            La Resurrección de Jesús es el Acontecimiento central alre­dedor del cual giran todas las actitudes del creyente y de quienes deci­den seguir al Maestro de un modo peculiar, más radical.

            En la Resurrección se manifiesta de un modo único el Poder de Dios.

            1) El creyente ante  este Acontecimiento profesa un acto de fe en el Poder de Dios que es capaz de sacar vida escatológica de la  misma muerte.

            2) El prodigio de la Resurrección es volver a la vida al Cristo total: El y nosotros, El que es la Cabeza viva y nosotros que somos sus miembros; El que es la Cepa auténtica y nosotros que        somos los sarmientos. Para Dios no hay nada imposible.

            3) Dios, con su Poder, resucitó a Jesús para la vida escatológica. En esquema sintético podría resumirse así:

                                                        Resurrección

                        Expresión del Poder de Dios, que engendra en el hombre

                      F e                                                                               e s p e r a n z a

         (compromiso con)

   Jesús                  Padre   Espíritu                                        segura  gozosa  cierta  para mí

(Dios-Hombre)

            4) Dios actúa siempre con poder sobre nuestras vidas (Ef 2,1-10).

            La Resurrección fundamenta nuestra esperanza:

            1) La persona consagrada totalmente al Evangelio necesita motivaciones radicales para seguir esperando y caminando en la vida evangélica.

            2) La manifestación única y definitiva del Poder de Dios es el funda­mento más fuerte y seguro de nuestra esperanza.

            3) La 1Pedro es una homilía bautismal-pascual dirigida a hermanos perseguidos a muerte por su fe para alentarlos en las pruebas graves por las que están pasando. Nuestra vida es también           «martirial».

            La Resurrección entra en nuestra vida.

            1) Cristo Resucitado entra en la existencia del discípulo a partir del Bautismo y es renovada constantemente por la fuerza permanente de la Palabra y de los sacramentos en la actualiza­ción que     realiza el Espíritu Santo que es la continuidad escatoló­gica de Jesús vivo.

            2) Por tanto, el Mensaje y la realidad de la Resurrección es para nosotros (1Ts 4,13-5,11; frecuentemente en las Cartas pauli­nas).

            La Resurrección fundamenta y urge un nuevo tipo  de  «comportamiento».

            1) Seguir adelante: porque engendra en nosotros una nueva creación (Fl 3,7-16).

            2) Posibilita el amor fraterno (actitud fundamental del creyente en Jesús) (1Jn 5,1-12; Ef 1,3-14; Cl 1,24-2,5; 2,6-15; 1Pe 2,4-10).

            La Resurrección fundamenta y crea el gozo escatológico.

            1) En los relatos de las apariciones del Resucitado está presente el gozo insistentemente (Mt 28,8; Lc 24,41; Jn 20,20).

            2) Pablo, prisionero en Roma, escribe a los Filipenses que se alegren siempre en el Señor (4,4-7).

              La Resurrección y la misión de la Iglesia.

            1) Enviada por Cristo Resucitado, cuando la Iglesia anuncia el Evangelio está expresando su más profunda fe en la Resu­rrección (las apariciones de misión: Lc 24, 44-49; Jn 20, 21-23;  Mt 28,16-20; Mc 16,9-20).

            2) La misión consiste en anunciar al Cristo vivo que está presente en la historia. Es llevar adelante la causa de Jesús.

            Comprobación del Acontecimiento de la Resurrección.

  1. ¿De qué testifican los Apóstoles?

            Son Testigos de un Acontecimiento experimentado. El Crucificado se les ha manifestado realmen­te vivo. El que murió en la Cruz ahora vive: ha resucitado.

            2) ¿Cómo llegaron los Apóstoles, a tal verificación?

            * Después del hundimiento a causa de la Cruz, el Resucitado sale a su encuentro para reunirlos (un sentido de las Aparicio­nes).

            * Llegaron a la convicción profunda y firme porque se les manifestó. Esta manifestación íntima fue personal y comuni­taria  a la vez.

            * Esta experiencia objetivo-subjetiva del grupo apostólico es confirmada por el sepulcro vacío y las apariciones (Mc 16par).

            3) Reflexión final: Esperanza, amor fraterno, nuevo comportamiento, gozo y misión. He ahí algunas de las grandes reali­dades de  la Resurrec­ción para nosotros.

            4) En adelante el hombre podrá ser feliz ya aquí en la historia, por más desconcertante y aplastante que se presente, porque se le ha dado la garantía en el Cristo resucitado realmente.

            Compromiso:

             ¿Vivimos nuestra vida rutinaria y diaria movidos por una gran esperanza que se apoya en el poder de Dios que resucitó a Jesús? ¿Es mi experiencia religiosa verdaderamente pas­cual?                 

            Petición:

            Podemos recordar de un modo particular a quienes se siente sin  esperanza en este mundo por la coinciden­cia de múltiples causas.

            Alabanza

6. EL DON DEL ESPÍRITU SANTO

                        6.1. El Espíritu Santo en la creación de la naturaleza  y del hombre.

                        Textos: Gn 1,1-4; 2,4-7; Is 44,24-28; Sb 13, 1-9; Jb 36,22-33; 38 y 39; Rm 2,20-23.

            Reflexión

            1) «Creemos en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una  misma adoración y gloria y que habló por los profetas».

            2) «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas» (Gn 1,1-2)

            * Aunque la creación se realiza propiamente a través de la Palabra (Jn 1,4s), la presencia del «viento-Espíritu» está adecua­da­mente expresada.

            * Es Espíritu es originalmente viento impetuoso, lleno de fuerza y de poder. Sentido original: viento atmosférico o respiración. 

            3 Toda la creación es efecto del poder de Dios a través de la  Palabra y de su Espíritu. Todo es vestigio de Dios. Toda la creación refleja la sabiduría, la bondad y la belleza de Dios. La naturaleza, un libro abierto por el Espíritu para contem­plar la bondad y la hermosura de Dios.

            4) «Yahvé Dios formó al hombre con el polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente» (Gn 2,7):

            * El hombre, imagen y semejanza de Dios, es la obra preferida por el Creador: lo modeló con cuidado como un alfarero realiza la mejor de sus obras.

            * Terminado el trabajo de alfarero cuidadoso, Dios sopla sobre el rostro de la imagen de barro a través de su Espíritu y el  hombre se convirtió en un ser viviente.

            * Por obra del Espíritu, el hombre es un ser vivo, un ser con capacidad de conocer y amar la verdad y el bien y, sobre,  todo a Dios.

            * Esta es la profunda dignidad del hombre. La persona humana sujeto del más profundo respeto a su dignidad. Y el proyecto del Creador es para todos los hombres de cualquier raza, lengua,        cultura o nación. Todos los hombres llevan en su intimidad el sello indeleble del Espíritu del Dios Creador. 

            5 La creación entera, por la presencia del Espíritu, camino y  lugar de encuentro con Dios

            6) Israel descubre la acción del Espíritu en la creación después del descubrimiento de su acción en la historia de la salva­ción.

            7) El Espíritu actuando en la creación del hombre: a partir del Exilio, Israel reflexiona cómo el Espíritu está en el origen de  la creación del hombre (imagen y semejanza de Dios) (Ez 37; Sal 8).

            Compromiso:

            Respeto sincero, profundo y universal a toda persona humana pertenezca a la nación, raza o cultura que sea.

            Petición:

             Por todos los más ultrajados en su digni­dad de personas humanas y por los causantes de estas situaciones.

            Alabanza: Salmo 104 (103).

6.2. El Espíritu de Dios, animador de la historia de la salvación.  

                        Textos: Is 61,1-3; Jr 31,31-34; Ez 36,25-30; 37,1-14; Jl 3,1-5 (o 2,28-32)

            Reflexión. 

            El Espíritu de Dios y el liderazgo carismático.

            1) Sobreviene a un hombre y lo capacita para un tiempo.

            2) Para llevar adelante la historia de la salvación. El Espíritu de Yahvé realiza esta salvación (Jueces 13).

            3) El Espíritu mueve para conseguir la liberación.

            4) Descripción de la presencia del Espíritu: está, penetra, reposa, llena, se halla.

            El Espíritu y la profecía extática.

            1) Carácter imprevisto e inquietante de la presencia del Espíri­tu.

            2) La acción del Espíritu en estos profetas no está orientada a la  transmisión de un mensaje.

            El Espíritu y los profetas oradores y escritores.

            1) El Espíritu y los profetas preexílicos: Los prepara para la misión. Los acompaña en la recepción de la revelación. Los acompaña en la misión para darles valor.

            2) El Espíritu y los profetas postexílicos.

            Se refieren con fuerza y claridad a la presencia y acción del Espíritu. El Espíritu de Dios como fuerza que sustenta la vida del pueblo elegido. Espíritu de Dios y Palabra. El Espíritu sigue hablando a través de la Palabra y sus escritos.

            El Espíritu de Yahvé, y principio de vida moral.

            El Espíritu es principio íntimo de vida moral: de un nuevo compor­tamiento del hombre frente a Dios y frente a los hermanos (Sal 51).

            La promesa escatológica del Espíritu.

  1. El Espíritu con su acción empalma escatología y protología: que es lo mismo que decir: el proyecto original de Dios era de vida y para la vida, pero se ha malogrado en el hombre por el            pecado; en el momento central de la acción salva­dora de Dios el Espíritu actúa restau­ran­do la vida (Ez 36;Jr 31,31ss;Is 59).

            2) El Espíritu vendrá plena y permanentemente sobre el Mesías (Is 11 y 61).

            3) También descenderá plena y permanentemente sobre la comuni­dad mesiánica (Jl 3,1-5; Ez 37).

            4) Finalmente, sobre cada uno de los miembros (Ez 36,24-28).

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.

6.3. La promesa se hace realidad: el Espíritu y Jesús.

                        Textos: Lc 1,26-38; Mc 1,9-11; Jn 1,29-34; Lc 10,21-22;  Jn 7,37-39; Jn 20,19-23.

            Reflexión.  

            El Espíritu Santo en la Encarnación de Jesús (Lc 1,26-38 y Mt 1,18).

            1) El Espíritu Santo actúa en María: Jesús nacido de una Virgen.

            2) Se produce una «nueva creación». La concepción de Jesús es una  obra del poder creador del Espíritu.

            El Espíritu desciende sobre Jesús en el Bautismo:

            Lo consagra para la misión salvadora a través de la Palabra y de su propia autooblación (Mc. 1,9-11; Mt 3,13-17; Lc 3,21-22; Jn 1,32ss; Isaías 11,1ss).

            El Espíritu Santo «empuja» y «conduce» a Jesús:

            1) Al desierto para llevar adelante la plenitud de la salvación (Mc 1,12-13; Mt 4,1-2; Lc 4,1-2)

  • El Espíritu Santo «acompaña» a Jesús en su ministerio (Lc 10, 21s)   

            Jesús promete el Espíritu Santo en la Ultima Cena:

            1) Estará y habitará en los discípulos para siempre (Jn 14,15-17).

            2) Les enseñará todo lo que Jesús les ha dicho: profundizando y asimilando sus palabras (Jn 14, 25-26).

            3) Acompañará y animará el testimonio de los discípulos en favor de Jesús (Jn 15, 26-27).

            4) El Espíritu convencerá a los discípulos en su conciencia de que Jesús fue condenado injustamente, que el Padre la ha glorificado y exaltado como Señor (Jn 16,7-11).

            5) El Espíritu dará a los discípulos la interpretación de la Muerte y la Resurrección de Jesús, conduciéndolos a la verdad  completa (Jn 16,12-15).

            Jesús entrega su Espíritu a la Comunidad:

            1) Lo entrega en su Muerte, como Don de Dios (Jn 19,30).

            2) Lo entrega después de su Resurrección, para que les acompañe en su labor de hacer presente la salvación de Dios en todo el  mundo (Jn 20,22-23; Mt 28 18-20).

            3) Hay que relacionar íntimamente realización escatológica de la salvación y donación plena del Espíritu (Jn 7,37-39).

            4) El Acontecimiento de Pentecostés es absolutamente necesario para la salvación escatológica (Hch 2,1-13).

            5) ¡Estamos en el tiempo del Espíritu!

            6) El Espíritu es quien garantiza la actualidad y perennidad de la obra salvadora de Jesús.

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza

                        6.4. El Espíritu Santo y la Comunidad cristiana.

                        Textos: Hch 2,1-13; Juan 14-16; Hch 2,33.

            Reflexión.

            1) El Espíritu desciende sobre la Comunidad el día de Pentecostés (Hch 2,1-12):

            * Es la segunda parte de la promesa hecha por Dios.

            * Quedaron todos llenos del Espíritu Santo.

            * Todos los oímos en nuestras propias lenguas.

            * Les empujó y acompañó en la misión por el mundo.

            * Y lo reciben todos los que creen en Jesús (Hch 2, 37-41).

            2) Acompañará a la Iglesia en su caminar durante el tiempo de su peregrinación.

            3) El Espíritu Santo viene a hacer de la Iglesia y de todos sus miembros, Testigos de Jesús (Mt 19,10-12; Jn 15,26-27): «Cuando venga el Parácleto, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíri­tu de la verdad, que procede del Padre, el dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmi­go ­desde el principio».

            * El contexto de Jn 15 es de misión y de persecución.

            * La vida del creyente y las personas consagradas radicalmente al Evangelio es martirial.

            * Se trata de una proclamación solemne acerca de Jesús que la Iglesia debe perpetuar por medio  de la predicación y de su propia vida en el mundo.

            * El Espíritu empuja a un testimonio abierto y universal, sin fronteras (Hch 1,8). Se trata de «ser» testigos, y luego de  «dar» testimonio (Jn 13,34 y 17,20.24).

            * Este testimonio de la comunidad creyente y de la comunidad de personas consagradas radicalmente al Evangelio es eficaz por sí mismo.

            4) El Espíritu Santo constituye la familia de Dios alrededor de Jesús (Jn 14,16ss).

            5) El Espíritu Santo enriquece a la comunidad con múltiples dones para la edificación común de todos los hermanos (1Cor 12,1-11; 1Jn 4,1-6): «A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno le da el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro fe, en el mismo Espíritu;… a otro profecía; a otro discer­nimiento. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad».

            6) Con todos estos dones que distribuye entre todos como a El le place, el Espíritu:

            * Certifica la conciencia de que somos hijos de Dios.

            * Asegura la unanimidad en la diver­sidad.

            * Asegura la armonía y el equilibrio en la comunidad.

            * Promueve un sincero y auténtico respeto de todas las personas entre sí construyendo un mundo igual para todos.

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.

6.5. El Espíritu Santo en la vida del creyente.

                        Textos: Rm 8; 1Cor 2,6-16; Gl 4,1-11; Gl 5,22-26; Ef 3,14-17; 1Pe 1,10-12.

            1) Sólo el Espíritu Santo puede hacernos comprender la íntima relación que existe entre nuestro «estar muriendo» y la Muerte de Jesús; nuestra profunda necesidad de vida y felicidad y la          Resurrección de Jesús (2Cor 4).

            2) Sólo el Espíritu Santo puede hacernos captar y experimentar la objetividad de Cristo Muerto y Resucitado.

            3) La presencia del Espíritu Santo en  la Comunidad eclesial y en la comunidad de personas consagradas radicalmente al Evangelio, es absolutamente necesaria para reencontrar el verdadero sentido     de nuestra vida.

            4) El Espíritu Santo viene a estar en nosotros, con nosotros y crear la verdadera comunión y comunidad de vida. Viene a hacernos realmente la familia de Dios (Jn 14,15-18; Rm 8,14-17.26s).

            5) Pablo vive la experiencia de que a Jesús no se llega a conocer en profundidad a no ser bajo la acción del Espíritu Santo. El nos enseña a aclamarle como único Señor (1Cor 12,3; Rm 5,5).

            6) El Espíritu Santo viene a ejercer su actividad docente; a conducir a la Comunidad y a cada uno de sus miembros a la verdad completa (Jn 14,26). Esta actividad se manifiesta de dos maneras:

            * Enseñar: mediante los doctores y otros carismas en la Iglesia, el Espíritu actualiza y profundiza la enseñanza de Jesús.

            * Recordar: un recuerdo creativo que conlleva la fidelidad y la creatividad: esta da a aquella todo su relieve. La fideli­dad al Evangelio corrige a la creatividad en su tentación de desviación en el camino marcado por el mismo. La creativi­dad advierte que fidelidad no es sinónimo de anquilosamiento o nos-    talgia del pasado. Creatividad actualizante en una atenta  fidelidad a las fuentes.

            7) El Espíritu nos da la libertad y la vida.

            8) El Espíritu nos asegura de la filiación divina: nos hace clamar: ¡»Abbá, Padre»!. «Pues no recibisteis un espíritu de escla­vos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos     adoptivos que os hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíri­tu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos también herederos; herederos de Dios y cohe-     rederos con Cristo» (Rm 8,15-17)

            9) El Espíritu garantiza y asegura nuestra esperanza. «Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, la virtud probada; la virtud probada la esperanza, y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíri­tu  Santo que nos ha sido dado» (Rm 5,3-5; Rm 12,12).

            10) El espíritu regala gratuitamente los siete dones que fortalecen y elevan el modo de vivir las virtudes del discípulos de Jesús: entendimiento, sabiduría, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios (Is 11,2ss)

            11) Los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gl  5, 22).

            11) «El Espíritu y la Novia dicen:»¡Ven, Señor Jesús»! (Ap 22,17.20).          

             Compromiso.

             Intercesión.

             Alabanza.

                                   7.  LA PLENA GLORIFICACIÓN

                        7.1. La Ascensión del Señor.

                        Textos: Lc 24,44-53; Hch 1,6-11.      

            Reflexión.

            1) «Exaltado a/por la derecha de Dios tomando de junto al Padre la  Promesa, es decir, al Espíritu Santo prometido lo derramó tal  como vosotros podéis ver y constatar (Hch 2,33).

            2) «Jesús se aleja ascendiendo hacia el cielo; ellos le ven; una nube le oculta subiéndolo; no cesan de seguir mirando hasta que los ángeles les advierten».

            Los datos que nos da la tradición primitiva acerca  de la Ascensión:

            1) Textos antiguos en los que no se hace ninguna mención explícita de la Ascensión.

            En realidad suponen el acontecimiento de la Ascensión porque repiten insisten­temente que Jesús está exaltado (1Ts 1,10; 1Ts 4,16; 2Ts 1,7; 1Cor 4,5; 1Ts 4,17; 2Cor 4,14; 2Cor 5,1‑10; Rm       8,34 (!); 1Cor 15,4ss; Cl 1,18-20; 3,1-4; Ef 1,3; Ef 4,8 (!); 2Tm 2,8; 2Tm 4,18; 1Tm 6,14 (!); 2Tm 2,12; 1Tm 3,16 (!); 1Pe 1,3 (!); 1Jn 2,1; St 5,7s; 1Pe 1,7; 1,13; 4,13; 5,1.4; 1Jn  2,28; 3,2; 1Pe 3,22; Ap 1, 13-20; 3,21; 5,14; 21

            2) El testimonio de los Evangelios:

            * Mateo: las palabras finales podían sugerir que la Ascensión había tenido ya lugar: «Jesús se acerca a ellos y les dijo así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28, 18). «Mirad que yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo» (v.20).

            * Marcos: la Ascensión está claramente enunciada en Mc 16,19:  «Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el mensaje por todas partes y el Señor cooperaba confirmándolos con las señales que los acompañaban» (Mc 16,19-20).

            * Juan: Junto con Lc y Hch, nos da un testimonio más explícito  y formal acerca de la Ascensión.

            3) El Libro de los Hechos:        

            * Hch 2,33-36 (Kerigma): «Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos Testigos. Exaltado así a/por la derecha de Dios, ha recibido del Padre el E. Santo que estaba prometido  y lo ha derramado… Entérese bien todo Israel de que Dios ha consti­tuido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros  cru­cifi­cas­teis».         

            * Hch 5,30-32 (Kerigma): El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús… La derecha de Dios lo exaltó haciéndolo Jefe y Señor».

            * Hch 7,55 (Esteban): «Esteban vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios y dijo: Veo el cielo abierto y al  Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».

            * Hch 9,3.17; 22,14; 25,16 (se aparece a Pablo glorioso en el momento de su conversión-vocación). Cf. Hch 3,20s.

            Documentos que mencionan la Ascensión pero como un  hecho exclusivamente teológico.

            1) Referencias neotestamentarias que se preocupan de la Ascensión de una manera exclusivamente teológi­ca, sin narrar el hecho  mismo y sus circunstancias locales o cronológicas:

            * Rm 10,6: No digas en tu corazón ¿quién subirá al cielo?, es decir, para hacer bajar a Cristo; o bien: ¿quién bajará al abismo?, es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muer­tos».

            * Ef 4,10: «Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. ¿Qué quiere decir «subió» sino que antes bajó a las regiones inferiores de la tierra? Este que «bajó» es el mismo que «subió» por encima de todos los cielos para llenar­lo todo».

            * 1Tm 3,16: «El ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los genti­les, creído en el mundo, levantado a la gloria».

            * Carta a los Hebreos: supone la situación gloriosa de Cristo, Sumo Sacerdote y Mediador que antece­de y preside su Comunidad como aliento y forta­leza en el debate en que se desenvuelve         perse­guida. Cristo está cerca del Padre (Hb 1,3; 2,7-9; 8,1; 10.12s; 12,2; Hb 4,14; 6,19; 9,24).

            * 1Pe 3,22: «Pedir a Dios una buena conciencia por medio de la  Resurrección de Jesu­cristo, que habiendo ido al cielo, está a la derecha de Dios, y le están sometidos los ángeles, las domina­ciones y las potestades».

            Textos que hablan de la Ascensión como de un hecho histórico y la sitúan en el tiempo y en                        el espa­cio.

            1) Hch 1,9-11: Dentro del ámbito de los escritos canónicos es exclusivo de los Hechos. El único paralelo próximo es Lc 24,44-53.

            2) Otros textos dan una existen­cia histórica a la Ascensión sin asignarle una fecha: Lc 24,5-53 (el mismo día de la Resurrec­ción).

            Lucas en Hch anota tres elementos más importantes:

            * Jesús se «aparece» durante 40 días (madurez y plenitud).

            * Jesús desapare­ce definitivamente de entre sus Discípu­los de  una forma sensi­ble: «asciende».

            * Descripción apocalíptica (Daniel) para significar el poder regio de Jesús: nubes como escabel del trono de Dios. 

            3) Juan no se preocupa en describir la Ascensión como un acontecimien­to presenciado por los Discípulos (20,17-19). Jn 20,19ss: Cruz – Resurrección – Ascensión – Pentecostés.

            4) Pero lo más importante es la referencia a la misión y al don del Espíritu Santo (Jn).

            5) Mateo relaciona la misión con «los plenos poderes» que Jesús ha recibido «en el cielo y sobre la tierra» (28,18ss). 

            6) Con la Resurrección y la Ascensión, descubrimos la auténtica realidad de Jesús y sus poderes funcionales para la Salva­ción.

            7) La Ascensión significa y garantiza la perpetua presencia de Jesús entre los suyos.

            Compromiso.

             Petición.

             Alabanza. 

7.2. La Asunción y Coronación de María.

                        Textos: Ap 12.

            Reflexión.

            La Asunción y la coronación de la Virgen María significa la plena glorificación de una pura criatura, elegida para una gran  misión en favor de los hombres siempre en estrecha colaboración con Jesús del que fue una perfecta discípula además de ser su Madre. Este acontecimiento significa que el discípulo de Jesús puede dirigir la mirada lleno de esperanza en esta mujer que consigue la meta final de una vida fiel a la misión encomendada.

            La contemplación de la Asunción de María podríamos reali­zarla utilizando la imagen geométrica del triángulo:

                                                 Dios

                           María                                     Iglesia.

            1) Dios (o la Trinidad) en sus designios decide conceder a María el privilegio de la Asunción en cuerpo y alma a los cielos. Que para nosotros es una verdad infalible y muy importante para la      historia de la salvación. María, terminado el curso de su vida terrena, ha sido asunta al cielo y plenamente glorificada por  el poder soberano de Dios.

            2) María:

            * La Asunción significa para ella la posesión plena de la vida eterna en cuerpo y alma (la totalidad de su ser humano). Ha participado ya plenamente de la gloria como su Hijo.

            * Significa igualmente el final humano de una vida conducida por el Espíritu y respondida en plena fidelidad. La meta final de  un sí mantenido contra todas las tentaciones y pruebas.

            3) La Iglesia:

            * Se alegra con el final glorioso en la vida para siempre de María que es su Madre.

   . Es afianzada en su esperanza porque ese final es también su destino. María es la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.

            4) La coronación de María: «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una  corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12,1-2):

            * María ha sido coronada como Reina Madre en el reino de su Hijo Rey del universo que comienza ya en la historia y se prolonga en la eternidad.

            * María es Reina del universo y de toda la humanidad: con especial preferencia por los débiles, los que sufren, los que pasan por la experiencia del desamparo.

            * Lo es especialmente de los discípulos de Jesús que participan  de la liberación realizada por él. El reino en el que María es Reina es un reino de los hijos de Dios. Y entre los discípulos de su Hijo, cuida con especial solicitud de aquellos que consagran su vida totalmente al servicio de Dios y de los her-       manos de múlti­ples maneras: ministerio, consagración religiosa, misión, presencia comprometida entre los pobres. 

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.

                        7.3.  La perpetua presencia de Cristo y su vuelta gloriosa.

                        Textos: Mt 25, 31-46; Mt 28,18-20; Jn 14,18-29; Jn 17, 24-24;  Rm 8, 14-27; 1Ts 4, 13-18;                          5,1-11; 1Cor 15,50-58; Ap 21 y 22.

            Reflexión.

            Presencia perpetua de Cristo entre lo suyos.

            1) Jesús mismo afirmó y prometió a sus discípulos: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

            2) Y en la Ultima Cena: «No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros… vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,18.23).

            3) Jesús se hace presente en los creyentes y en medio de su comunidad:

            * En los Sacramentos, especialmente en el de la Eucaristía. Este Sacramento actualiza todo lo que Jesús es, porque es un «memorial»: actualización viva y presencialización del acontecimiento salvador. Jesús mismo nos dijo: «El que come mi carne  y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,56-57).

            * En la Palabra: «El que permanece en Mí y yo en él, ése da mucho fruto… Si permanecéis en Mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis» (Jn 15,5.7).

            * En los hermanos: «Yo soy Jesús a quien tú persigues» (Hch 9,5). «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me  recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a  Aquel que me ha enviado» (Mc 9,37).

            * En la comunidad: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20).

            * En todos los acontecimientos y en los que sufren: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más  pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40)           

            * En la oración íntima o compartida comunitariamente.

            La Vuelta gloriosa de Cristo y el encuentro definitivo con El: la gloria para siempre.

            1) «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo (Hch 1,11; Jn 17).

            2) «Verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el      extremo del cielo» (Mc 3,26-27; Rm 8,14-27).        

            3) «Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y  venir entre las nubes del cielo» (Mc 14,62).  

            4) Efesios 2,4-6: «con Cristo nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos, en Cristo Jesús» (cf 1Pe 1,3-6; Ap 22, 16-20).

            Compromiso.

            Petición.

            Alabanza.